Reportaje:PEKÍN 2008 | Tenis

"Esto es un sueño"

Nadal, al que le costó acostumbrarse al calor y la humedad, dice que se considera "más un jugador de equipo que individual"

Rafael Nadal terminó la batalla e hizo repaso público de lo que venía en camino. A la 1.30 de la madrugada, coger el autobús. A las 2.30, terminar de cenar. A las 3.15, masaje. Luego, a la cama. A dormir. A descansar. "Tardo normalmente tres cuartos de hora en dormirme", confesó. Consecuencia: la hora del sueño estaba calculada para las cuatro, el despertador puesto a las 12.30 y el resto del día de hoy planificado. "Echaré un rato tranquilo, unas cartas, iré a comer, a entrenarme, y me gustaría ver el partido de la selección de baloncesto [jugará por la noche contra Estados Unidos]".

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Rafael Nadal terminó la batalla e hizo repaso público de lo que venía en camino. A la 1.30 de la madrugada, coger el autobús. A las 2.30, terminar de cenar. A las 3.15, masaje. Luego, a la cama. A dormir. A descansar. "Tardo normalmente tres cuartos de hora en dormirme", confesó. Consecuencia: la hora del sueño estaba calculada para las cuatro, el despertador puesto a las 12.30 y el resto del día de hoy planificado. "Echaré un rato tranquilo, unas cartas, iré a comer, a entrenarme, y me gustaría ver el partido de la selección de baloncesto [jugará por la noche contra Estados Unidos]".

En la vida del campeón todo está bien estructurado. Más aún, la víspera de una final que le puede dar el primer oro de la historia del tenis español. De los grandes, sólo el estadounidense Andrés Agassi ha conseguido colgarse al cuello una medalla de oro.

"Cuando llegué, no lo esperaba. Estaba muy cansado y no jugaba mi mejor tenis"
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Nada más terminar el partido, Nadal se colgó la acreditación y con ella viajaron atados los pines con las banderas de un centenar de países. Es un ejemplo más de la ilusión con la que el campeón de Roland Garros y Wimbledon vive los Juegos. "Los compañeros se han comportado increíblemente conmigo", dijo con gesto emocionado, imbuido como está del espíritu olímpico. "Hay mogollón de buena gente. He pasado diez días en mi casa en los últimos cinco meses. Para mí, eso es muy difícil. Estar aquí, con estos compañeros, lo hace todo más sencillo. Gracias a ellos he llegado a la final. Sin ellos, todo habría sido más difícil. Los Juegos son importantes porque nunca sabes si volverás a competir en ellos en tu vida".

Preguntarle a cualquier deportista español por sus experiencias en la Villa es escuchar historias sobre Nadal.

Manolo Martínez, el capitán de la selección de atletismo, refirió la "vergüenza ajena" sentida al presenciar decenas de veces la misma escena: Nadal comiendo y alguien interrumpiéndole para pedirle un autógrafo. El chico, sin embargo, dice estar encantado. "Estar en la final es un sueño", dijo; "cuando llegué, no lo esperaba. Estaba muy cansado y sin jugar mi mejor tenis. Éste ha sido un día importante. Aun si pierdo, tendré una medalla para mí y para España. Eso es una cosa increíble".

Increíble o no, el español continúa derribando barreras. Sólo una vez había derrotado a Novak Djokovic en pista rápida y al aire libre. El consenso es claro: el chico es con Roger Federer el mejor especialista en la superficie. En Pekín, además, juega rodeado de una cohorte de seguidores que le animan a gritos mientras abuchean al contrario.

Poco que ver con Nadal, su visión del equipo español y las maneras de su última muesca victoriosa en el cinturón. "Por mi mentalidad, considero que soy más un jugador de equipo que individual", explicó. "Los deportes de equipo me gustan desde pequeño y lo que siento cuando juego así es totalmente distinto a cuando juego para mí", prosiguió. "Cuando juego en el extranjero también represento a España, pero es en competiciones como ésta cuando representas a tu país al ciento por ciento", concedió antes de abandonar la pista y poner rumbo a la Villa.

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