Análisis:PEKÍN 2008 | Grandiosa ceremonia inaugural

Luz sin emoción

Entre Barcelona 1992 y Pekín 2008 han pasado 16 años y el brutal avance de la tecnología y de los medios de comunicación se ha notado especialmente. La ceremonia de Barcelona fue vista por 1.500 millones de espectadores y la de Pekín habrá sido visionada por unos 4.000 millones de seres humanos.

Atlanta, Sidney y Atenas intentaron emular "las mejores ceremonias de la historia", como calificó Juan Antonio Samaranch a las de Barcelona 92. Pekín ha dado un enorme paso adelante. El secreto del éxito de la ceremonia de ayer fue la exhibición de un extraordinario tapiz electrónico formado por...

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Entre Barcelona 1992 y Pekín 2008 han pasado 16 años y el brutal avance de la tecnología y de los medios de comunicación se ha notado especialmente. La ceremonia de Barcelona fue vista por 1.500 millones de espectadores y la de Pekín habrá sido visionada por unos 4.000 millones de seres humanos.

Atlanta, Sidney y Atenas intentaron emular "las mejores ceremonias de la historia", como calificó Juan Antonio Samaranch a las de Barcelona 92. Pekín ha dado un enorme paso adelante. El secreto del éxito de la ceremonia de ayer fue la exhibición de un extraordinario tapiz electrónico formado por millones de puntos luminosos y desenrollado como un enorme pergamino en el centro del estadio. En este tapiz se pudieron ver imágenes de todo tipo que servían de marco incomparable a la actuación de miles y miles de figurantes, bailarines y practicantes de Tai-chi.

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La luz sirvió para resaltar unas magníficas coreografías, como la inicial de los tambores, el homenaje a la imprenta, la ruta de la seda con cientos de remeros, los cinco aros olímpicos, los personajes voladores y sobre todo la luz de las estrellas. Las proyecciones utilizaron también la parte alta del estadio llegando a formar una espectacular cascada. Para seguir sorprendiéndonos, vimos aparecer en el centro del campo un inmenso globo terráqueo luminoso que 58 atletas debidamente sujetados recorrían desafiando la ley de la gravedad. Y sobre el globo, el famoso cantante chino Liu Huan y Sarah Brightman, la misma que cantó junto a José Carreras el inolvidable Amigos para siempre, de Andrew Lloyd Webber, interpretaron una canción que podría haber salido de la pluma del mismo compositor.

Mención aparte merecen los omnipresentes fuegos artificiales alrededor del estadio y en otros lugares de Pekín.

El desfile de los atletas no mejoró el de Barcelona. Allí, Samaranch fue tajante: nuestro desfile debía durar menos de una hora y media. Y así fue, porque montaron una música que invitaba a seguir su ritmo animado y porque ensayamos el desfile, obviamente sin atletas, pero con voluntarios y marchadores que durante la noche de la ceremonia iban empujando materialmente para adelante cuando los atletas se rezagaban. En Pekín, el desfile duró más de dos horas y se hizo interminable. Alguna cosa deberá hacer Londres para que los telespectadores mantengan la atención.

El encendido del pebetero, precedido por la fabulosa caminata espacial de Li Ning, fue igualmente espectacular. Tal vez no tan emocionante como nuestra flecha de Montjuïc, pero espectacular.

Al acabar la ceremonia, regresaron a mi cabeza imágenes muy potentes y movimientos de masas perfectos. Pero me ha faltado algo de emoción. Se dice que en un espectáculo no hay emoción si no hay riesgo y creo que esta ceremonia, perfecta por un lado, no ha arriesgado lo suficiente. Tal vez en eso he echado de menos a Spielberg.

Lluís Bassat fue presidente de las ceremonias de Barcelona 1992.

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