Reportaje:

El cine gallego de 'Tasio'

Patxi Bisquert se hace hostelero en el rural de Ourense y debuta como director

"He rodado en vasco, catalán y castellano; sólo me faltaba rodar en gallego", dice Patxi Bisquert en la Casona Eguzkilore, a quince kilómetros de Ourense. Hace un año que el actor guipuzcoano, de 56 años, abrió esta casa rural integral en el lugar de Cancela, parroquia de Armariz (Nogueira de Ramuín).

La primera obra gallega de Bisquert, Terra do millo, será estrenada en el Filminho, el festival transfronterizo entre Vila Nova de Cerveira y Tomiño, que empieza hoy. El que fuera protagonista de Tasio, la película de Montxo Armendáriz, eligió para su debú en la direcc...

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"He rodado en vasco, catalán y castellano; sólo me faltaba rodar en gallego", dice Patxi Bisquert en la Casona Eguzkilore, a quince kilómetros de Ourense. Hace un año que el actor guipuzcoano, de 56 años, abrió esta casa rural integral en el lugar de Cancela, parroquia de Armariz (Nogueira de Ramuín).

La primera obra gallega de Bisquert, Terra do millo, será estrenada en el Filminho, el festival transfronterizo entre Vila Nova de Cerveira y Tomiño, que empieza hoy. El que fuera protagonista de Tasio, la película de Montxo Armendáriz, eligió para su debú en la dirección la poética de Emilio Araúxo. El poeta y filósofo orensano le habló del Entroido de Maceda, y Bisquert partió del discurso vivo sobre los felos para filmar el bruto en tres días.

Ignacio Amestoy montó en 1996 una historia de Euskadi basada en su vida
"En siete años que llevo aquí nadie me ha preguntado la opción política"

A partir de las máscaras tradicionales, el documental repasa las historias de represión y emigración en el Alto do Arnoia. No será el único. O fume, un corto realizado con Valentín Barreiros, está ya en posproducción.

"Esto no es sólo para mí", dice Bisquert, entre animales domésticos, claquetas vintage y obras de Moxom, Pastor Outeiral o Cándido Caneiro expuestas entre las habitaciones (arriba) y la sidrería (abajo). Con la casona abierta a artesanos y artistas locales "alejados casi siempre de las salas de exposición" y el largometraje Las tierras altas pendiente de estreno, Bisquert ha decidido mantenerse en el cine viviendo en el rural orensano.

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De algunos hechos diferenciales ya se ha percatado. "El vasco se socializa más", afirma. "Aquí en siete años nadie me ha preguntado la opción política, sólo vienen testigos de Jehová. En Euskadi es pasar por el batzoki y ya te quieren enganchar los de la asociación de vecinos". La Administración también está más presente, según dice, aunque sea por omisión. "Si hay que desbrozar un camino, lo desbrozamos entre todos, no hace falta esperar a nadie". "De todos modos", continúa, "en Galicia y en el resto del Estado, la izquierda ha desaparecido de la esfera movilizadora, por mucho que se quiten la corbata en los congresos".

A Bisquert, criado en un caserío, la llamada del cine le llegó cuando vivía en el rural de Álava, explotando una granja de conejos y gallinas (La conquista de Albania, Alfonso Ungría). Pero su primer papel como actor le vino de la mano de Imanol Uribe y Ángel Amigo, que dieron con él mientras se documentaban para hacer La fuga de Segovia (1981). Como el periodista Amigo, que ejerció de productor, Bisquert había colaborado en la huida del penal de Segovia de 29 presos de ETA en 1976. Testigo directo, años antes, de la escisión entre el aparato militar y político de la banda, abandonó la militancia tras la dictadura.

Convertido en referencia del cine vasco por su papel de carbonero en Tasio (Premio al Mejor Actor en el Festival de Burdeos), en 1987 rodó El Dorado con Carlos Saura, pero no pudo cumplir "el sueño de interpretar a Lope de Aguirre", que le correspondió a Omero Antonutti. Después participó en producciones vascas de ambiente marino y escasa difusión. Tras Un negro con un saxo (Francesc Bellmunt, 1988) trabajó en películas de Jordi Grau, Andreu Martín, Antoni Verdaguer o Ferrán Llagostera.

"Los catalanes son los únicos que me llaman", bromea. Aunque volvió a trabajar con Armendáriz en Silencio roto (2001), Bisquert apunta una posible "baza política" para explicar la invisibilidad de buena parte de su carrera. Habla sin amargura. "Son secuelas... Yo viví en Madrid a mediados de los años 80, y a veces la gente venía a mí tras un atentado como si hubiese hecho algo. No sé cómo será ahora".

La vida de Bisquert, hijo de una familia de metalúrgicos, valió una obra de teatro. El bilbaíno Ignacio Amestoy montó en 1996 Betizu (Toro rojo), una historia vasca a partir de la conquista, apoyándose en el relato biográfico del actor.

Para contarla él mismo necesita tiempo. De momento ya tiene 500 folios de guión "a través de cuatro generaciones de una familia guipuzcoana con cruces americanos y gallegos".

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