DESDE MI SILLÍN | TOUR 2008 | Tercera etapa

Dos actos

Hoy he visto la etapa en dos actos. Aquí acababa de ganar Bettini y yo había llegado a la meta de Dobbiaco, en los Dolomitas italianos, cuatro minutos después (estoy corriendo la Vuelta a Austria). Entonces, nada más llegar al autobús vi en la pantalla que en el Tour llovía, que había una fuga de cuatro, y que faltando casi 50 kilómetros llevaban siete minutos y pico al pelotón. Llegan seguro, me dije, y me fui a lo mío, es decir, a la ducha. Después de asearme, pude identificar a los fugados: dos franceses, Feillu y Dumoulin, un Garmin que no me sonaba de nada, y un italiano del Barloworld qu...

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Hoy he visto la etapa en dos actos. Aquí acababa de ganar Bettini y yo había llegado a la meta de Dobbiaco, en los Dolomitas italianos, cuatro minutos después (estoy corriendo la Vuelta a Austria). Entonces, nada más llegar al autobús vi en la pantalla que en el Tour llovía, que había una fuga de cuatro, y que faltando casi 50 kilómetros llevaban siete minutos y pico al pelotón. Llegan seguro, me dije, y me fui a lo mío, es decir, a la ducha. Después de asearme, pude identificar a los fugados: dos franceses, Feillu y Dumoulin, un Garmin que no me sonaba de nada, y un italiano del Barloworld que tampoco. Todo un síntoma de que me estoy haciendo viejo, porque hace unos años conocía a casi todo el pelotón, pero ahora mis lagunas van creciendo. Mientras comía un sandwich, el autobús se puso en marcha y perdimos la señal. Faltaban entonces 36 kilómetros para el final, y la ventaja de los fugados era de algo más de seis minutos. Suficiente. Para un pelotón, recortar un minuto cada seis kilómetros es casi imposible a nada que los de adelante estén bien organizados. Ahí terminó el primer acto. Teníamos entonces 18 kilómetros para llegar al hotel, es decir, que seguramente podríamos ver el final ya acomodados en nuestra habitación.

Especial del Tour de Francia

Pero nos encontramos en la carretera con un bypass regulado por un semáforo que parecía dormirse cuando estaba en rojo. Había un desprendimiento en una curva y tocaba esperar. Tratamos de convencer al conductor para que se parase y activase la antena -en marcha no funciona-, para poder así ver los últimos kilómetros, pero no cedía a nuestras presiones. Su trabajo es llevarnos al hotel lo antes posible, y en ello estaba. Paciencia, me dije, pero yo apuesto por Dumoulin.

Una vez llegamos al hotel, subí rápidamente a la habitación, encendí la tele, busqué el canal en el que retrasmitían la carrera, y ahí comenzó el segundo acto: Dumoulin levantando los brazos. Entonces, sorpresa, vi que el pelotón no estaba completo, así que, atento, comprobé que aparte de Freire no había ningún otro Rabobank en ese grupo numeroso. ¿Y Menchov? Apareció 50 segundos más tarde, en otro gran grupo acompañado entre otros por Riccò. ¡Vaya, esto no entraba en los planes! Después llegó otro grupo y más tarde, gracias al realizador, pude ver repetido todo el último kilómetro. Grandioso, entre ataques y contraataques, bravo por el pequeño Dumoulin.

Comencé entonces a llamar a mis contactos para enterarme de qué le había pasado a Denis. El viento lateral, la lluvia, una caída, un poco todo junto. El caso es que ahí queda el tiempo perdido con Evans y con Valverde; veremos si en París esos 50 segundos son relevantes.

Y mientras, un francés ganando la etapa y otro de líder adelantando una semana el festival que siempre ofrecen el 14 de julio, fiesta nacional. Pues que les aproveche, aunque el amarillo no creo yo que le dure mucho a Feillu. Acecha Cancellara.

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