Crítica:ROCK

La espiral del eterno retorno

Pese al más que transparente interés económico de una vuelta para la que, sin nuevo material a la vista, no hay más excusa que seguir activando la caja registradora, el trío comandado por Sting por lo menos antepone un cierto sentido de la higiene musical: ni tratan de abrillantar su temario con músicos suplementarios de rigor (su vuelta es fiel al básico formato de power trio del que siempre se valieron) ni restriegan su brillante legado por los suelos hasta dejarlo hecho unos zorros. Muchos les achacaron, a su paso por Barcelona en septiembre pasado, un cierto aroma a agarrotamiento e...

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Pese al más que transparente interés económico de una vuelta para la que, sin nuevo material a la vista, no hay más excusa que seguir activando la caja registradora, el trío comandado por Sting por lo menos antepone un cierto sentido de la higiene musical: ni tratan de abrillantar su temario con músicos suplementarios de rigor (su vuelta es fiel al básico formato de power trio del que siempre se valieron) ni restriegan su brillante legado por los suelos hasta dejarlo hecho unos zorros. Muchos les achacaron, a su paso por Barcelona en septiembre pasado, un cierto aroma a agarrotamiento en esa fallida labor de recalentar un guiso que llevaba cerca de 25 años sin hervir. No dieron, desde luego, esa sensación en Valencia, contratados por la Diputación, cuyo presidente, Alfonso Rus, con ayuda de la policía, se abrió paso, entre las protestas del público que se agolpaba en el acceso al estadio, para llegar cómodamente con su coche oficial hasta el interior. Quizá sea por el rodaje que otorga casi año y medio repitiendo el mismo repertorio, o puede que porque ese poderoso caballero que es don dinero ha acabado por unir lo que las desavenencias personales separó durante años (ahora sobre el escenario hasta parecen llevarse razonablemente bien). El caso es que, salvando un ecuador de concierto algo descafeinado -con Driven to Tears y Voices inside my Head- la santísima trinidad comercial del pop británico de la primera mitad de los ochenta ofreció, en un recinto muy lejos del lleno, un espectáculo previsible pero más que digno, y de una solvencia instrumental, en sus tres vértices, fuera de toda duda. Gracias también, por qué no decirlo, a un repertorio al que hay que tratar muy mal para que palidezca. Incluso hubo momentos (Wrapped around your finger o la traca final con King of Pain y So Lonely) en los que el irónico brillo en los ojos de Sting parecía querer recordar con orgullo que una vez, hace ya mucho tiempo, fue un tipo de considerable talento. Y siempre será infinitamente preferible tenerlo enfrascado en esto, una concesión a la nostalgia bien tramada y poco chirriante, que volver a verle al frente de una de esas naderías que han hecho de su carrera en solitario algo francamente insufrible.

THE POLICE

Sting: bajo y voz; Andy Summers: guitarra; Stewart Copeland: batería. Estadi Ciutat de València. Miércoles 2 de Julio de 2008.

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