Análisis:EL ACENTO

No nos quiten lo bailado

No hemos venido aquí a pasar de cuartos, sino a ser campeones, dijo ayer Cesc, el más joven de la cuadrilla. De momento hemos pasado esa barrera oxidada por 24 años de espera, y precisamente por penaltis, una lotería, lo que, lejos de restar mérito al triunfo, es un factor adicional de satisfacción. Pues a lo que íbamos a Viena, la ciudad de Freud, era a curarnos de ese complejo que nos llevaba a perder injustamente por temor supersticioso a la buena suerte.

En sentido inverso a la coyuntura económica, la selección entró el año pasado en un círculo virtuoso y lleva 20 partidos sin perde...

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No hemos venido aquí a pasar de cuartos, sino a ser campeones, dijo ayer Cesc, el más joven de la cuadrilla. De momento hemos pasado esa barrera oxidada por 24 años de espera, y precisamente por penaltis, una lotería, lo que, lejos de restar mérito al triunfo, es un factor adicional de satisfacción. Pues a lo que íbamos a Viena, la ciudad de Freud, era a curarnos de ese complejo que nos llevaba a perder injustamente por temor supersticioso a la buena suerte.

En sentido inverso a la coyuntura económica, la selección entró el año pasado en un círculo virtuoso y lleva 20 partidos sin perder y 10 seguidos ganando, con frecuencia de chiripa. Esto coincide con la conversión en ex entrenador de Luis: desde que se comunicó que no seguiría tras la Eurocopa aunque la ganase, como ayer reiteró el interesado, se ha tranquilizado y el equipo se ha asentado. En los cuatro partidos de la fase final disputados, ya hemos ganado a la selección más joven (Rusia, 24,1 años de media) y a las tres más viejas: Suecia, Grecia e Italia, todas por encima de los 29.

Otro dato interesante es que entre los tres delanteros (Güiza, Torres y Villa) han marcado esta temporada 69 goles: más que los tres máximos goleadores de entre los seleccionados en todas las anteriores participaciones de España en la Eurocopa. Con el añadido paradójico de que la peor tarjeta previa (30 goles entre Marcelino, Lapetra y Gento) fue la de 1964, y acabamos siendo campeones.

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La victoria frente a Italia ha convertido a Casillas en un héroe, plaza que estaba desocupada desde los tiempos de Zubizarreta (para las mujeres) y Butragueño (para los hombres). Evitó la derrota con una parada inverosímil a remate de Camoranesi y luego detuvo dos penaltis antes de que el benjamín marcase el decisivo. El momento cumbre de la jornada fue el abrazo entre ambos: el capitán, de nombre Iker, guardameta del Real Madrid, y un catalán afincado en Londres apellidado Fábregas: la reconciliación nacional, con un toque cosmopolita.

Tras haber ganado a la campeona mundial y la de Europa, ¿que nos quiten lo bailado? Mejor hacer caso a Cesc y que no nos lo quiten; al menos, hasta que pase el 29.

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