Análisis:LO QUE NO SE VIO | EUROCOPA 2008 | La otra mirada

Michel, 1; Larry Bird, 0

Catorce años esperando este partido. Desde aquel 9 de julio de 1994, en Boston, donde Baggio batió a Zubi en el minuto 87 y un árbitro, Sandor Puhl, malo y cobarde, no se atrevió a pitar penalti y expulsar a Tassotti cuando, superado el minuto 90, rompió la nariz a Luis Enrique. España e Italia vuelven a encontrarse en los cuartos de final. Donadoni entonces llevaba la camiseta número 16.

También han vuelto los Celtics, que 22 años después, han ganado el anillo ante los Lakers. Como en 1986.

"Good morning", contestó en un impecable inglés con acento bostonian...

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Catorce años esperando este partido. Desde aquel 9 de julio de 1994, en Boston, donde Baggio batió a Zubi en el minuto 87 y un árbitro, Sandor Puhl, malo y cobarde, no se atrevió a pitar penalti y expulsar a Tassotti cuando, superado el minuto 90, rompió la nariz a Luis Enrique. España e Italia vuelven a encontrarse en los cuartos de final. Donadoni entonces llevaba la camiseta número 16.

También han vuelto los Celtics, que 22 años después, han ganado el anillo ante los Lakers. Como en 1986.

"Good morning", contestó en un impecable inglés con acento bostoniano. Arrastrando las vocales. Nos observó desde el otro lado del mostrador con pocas ganas de atendernos. No debimos de parecerle unos clientes interesantes, pero Michel le había prometido a Manolo Sanchís que, si íbamos a Boston, le compraría la camiseta de Larry Bird. Y en ésas estábamos, en la tienda oficial del Boston Garden, el santuario de los Celtics, construido en 1928 por el mismo arquitecto del Madison Square Garden. El lugar más odiado por los equipos de la NBA porque el vestuario visitante era mucho más pequeño e incómodo que el local y porque el parqué de la cancha, que trajeron del viejo Boston Arena, producía un bote que sólo controlaban los Celtics.

Michel le había prometido a Sanchís que, si íbamos a Boston, le compraría la camiseta de Larry Bird

Nos puso una camiseta de 10 dólares en las manos. "No, ésta no", dijo Michel; "queremos la de verdad, la misma que utiliza Larry Bird en los partidos". "Ésa cuesta 60 dólares", nos dijo sonriendo. "Pues póngame dos juegos completos", le indicó Michel como si se tratara de una subasta.

Se me quedó mirando y sólo acerté a decir: él es más famoso que Larry Bird. ¡Lo que le faltaba por oír! Me miró con desprecio y se marchó en busca del encargado. A fin de cuentas, era una buena venta a esas horas de la mañana y sin más clientes en la tienda.

De repente, un grupo de 30 seguidores argentinos, con la blanquiazul puesta y entonando canciones futboleras, irrumpió en la tienda. Una pareja se nos acercó al oírnos hablar español y, mirándole fijamente, exclamaron al unísono, como sólo lo saben hacer los porteños: "Vos sos Michel". En ese momento todos se giraron y fueron en busca del futbolista. El dependiente, que se aproximaba con las camisetas, se sorprendió por semejante alboroto.

Michel comenzó a firmar autógrafos y a hacerse fotos con cada uno de los argentinos. Larry, pues ése era su nombre, sin entender nada de lo que le estaba ocurriendo esa mañana, se me acercó y, un poco avergonzado por su comportamiento anterior, me preguntó: ¿Y quién es? "Michel, jugador de fútbol del Real Madrid", contesté antes de añadir: "Ya te lo dije: más famoso que Larry Bird".

Se giró y masculló: "Imposible".

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