Reportaje:

"Agus, háblame como si supieras rumano"

Cae una banda de cacos madrileños que se hacían pasar por extranjeros

La pantomima no duró ni un minuto. Cuando Agus, El Gafotas, y sus siete compinches fueron detenidos por el Cuerpo Nacional de Policía como integrantes de un grupo organizado especializado en robos con violencia en polígonos industriales, empezaron a hablar en una jerga ininteligible. Un idioma inventado que pretendía ser rumano.

El astuto Agus y Miguel Ángel, el jefe de la banda, querían hacerse pasar "por ciudadanos del Este". Una fría pandilla de delincuentes curtidos tras el telón de acero. No coló. Los agentes llevaban un tiempo detrás de esta banda, a la que se imputan 13 de...

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La pantomima no duró ni un minuto. Cuando Agus, El Gafotas, y sus siete compinches fueron detenidos por el Cuerpo Nacional de Policía como integrantes de un grupo organizado especializado en robos con violencia en polígonos industriales, empezaron a hablar en una jerga ininteligible. Un idioma inventado que pretendía ser rumano.

El astuto Agus y Miguel Ángel, el jefe de la banda, querían hacerse pasar "por ciudadanos del Este". Una fría pandilla de delincuentes curtidos tras el telón de acero. No coló. Los agentes llevaban un tiempo detrás de esta banda, a la que se imputan 13 delitos.

Cada uno de los miembros cumplía con una misión específica. A Agus se le daba muy bien la mecánica y era el hombre de confianza de Miguel Ángel, el responsable de planificar "los trabajos". José Manuel trabajaba en una compañía de seguridad y el resto, entre los que se encuentra una mujer, Ángela, se dividían las tareas.

Eran violentos. Si en los atracos hallaban a alguien le golpeaban
Los ladrones estaban especializados en polígonos industriales

Todos los atracos tuvieron lugar en la región. A pesar de su cómico intento por convertirse en rumanos, todos los atracadores, entre los 25 y los 31 años de edad, habían nacido en Madrid.

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La pista final para su detención surgió el pasado abril. Entonces, el Grupo XIII de la Brigada de la Policía Judicial de Madrid, se enteró de que en una empresa ubicada en la calle de Arturo Soria habían entrado tres hombres. Los delincuentes entraron en las oficinas y golpearon a los trabajadores. Encontraron la caja fuerte y se llevaron el botín.

La forma de actuar "estaba perfectamente estudiada y planeada", según las informaciones de la policía. Una vez Miguel Ángel, el cabecilla, elegía el objetivo, el resto de la banda se coordinaba para vigilar el lugar escogido. En ocasiones, llegaron a contar con la ayuda de empleados que facilitaban la ubicación de las alarmas, el número de vigilantes de seguridad y los horarios de la empresa. Estos trabajadores se conocen en el argot como santeros.

Todos los asaltos los efectuaban a partir de las nueve de la noche. Si encontraban a alguien le golpeaban y amordazaban. Según el posterior análisis policial, demostraron un marcado gusto por los elementos informáticos y de lujo. Al detenerlos se encontraron más de una veintena de costosos relojes, 6 portátiles y 10.000 euros, entre otros objetos.

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