Entrevista:ALMUERZO CON... AMANCIO PRADA

"La voz se apagó cuando se cambió la azada por tractores"

Ha desarrollado una teoría al respecto. De un restaurante, sostiene Prada, sólo te puedes fiar si está alicatado con azulejo, tiene bajado el volumen del televisor y cuenta con algún elemento decorativo relacionado con la tauromaquia. El Nuevo Puerto -negocio familiar, humilde, cerquita de su casa- es, desde luego, muy fiable. Sólo exhibe un torito entre multitud de motivos marineros, pero Ana Blanco gesticula en silencio mientras el runrún de las conversaciones ofrece un abrigo acogedor. Amancio Prada, poeta y cantor berciano de 59 inviernos recién celebrados, es un conversador cálido, incont...

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Ha desarrollado una teoría al respecto. De un restaurante, sostiene Prada, sólo te puedes fiar si está alicatado con azulejo, tiene bajado el volumen del televisor y cuenta con algún elemento decorativo relacionado con la tauromaquia. El Nuevo Puerto -negocio familiar, humilde, cerquita de su casa- es, desde luego, muy fiable. Sólo exhibe un torito entre multitud de motivos marineros, pero Ana Blanco gesticula en silencio mientras el runrún de las conversaciones ofrece un abrigo acogedor. Amancio Prada, poeta y cantor berciano de 59 inviernos recién celebrados, es un conversador cálido, incontinente, torrencial. Un amante "de las cosas sencillas, sin mucho cuento". Pero cuando se entusiasma acentúa sus palabras con el aleteo tenue de esas manos grandes, expresivas, curtidas en mil batallas. En mil canciones.

El cantante siente que sus hijos no le sigan: "Nunca se cantó tan poco"

"Canto como respiro, igual que el manzano ofrece sus manzanas. Es mi forma de estar en el mundo, de entregar el alma", reflexiona sin descuidar los camarones, especialidad de la casa y debilidad personal. Lleva cuatro décadas de oficio y le ha cogido gusto, aunque los tiempos no parezcan propicios para la lírica. "Isabelita Escudero, la novia de mi amigo García Calvo, me lo resumió así: 'Haces lo que quieres, te pagan y obtienes un aplauso cada tres minutos'. Desde aquel día, procuro no olvidarlo".

Ha rubricado ya 29 álbumes, pero conserva empuje y pasión como para manufacturarlos a pares: los dos últimos, Concierto de amor vivo (en torno a su querido san Juan de la Cruz) y Vida de artista (sobre el cantautor francés Léo Ferré) acaban de publicarse de manera simultánea. El suyo es un amor imperecedero, mamado de cuando su madre fregaba murmurando una melodía y el padre canturreaba al batir la tierra con un arado. Ni siquiera en los años de la revolución hormonal se desenganchó de la música. En verano, ahora lo reconoce, llevaba las vacas a pastar "cerca del prado donde iba Manolita", pero durante el curso tocaba la bandurria para los Salesianos de Cambados, en Pontevedra. Era un amor omnívoro: tan pronto interpretaba a Beethoven como los Clavelitos.

Le apena que sus hijos, Nicolás y Salomé, apenas practiquen el arte de la melodía, pero asume que tal carencia es característica del momento. "Nunca se consumió tanta música ni se cantó tan poco", anota como el sociólogo que fue en sus años de La Sorbona. "La cadena se rompió cuando los hombres dejaron la azada por los tractores y la cosechadora. El ruido de aquellos motores apagó la voz".

Nuestros vecinos de mesa optan por una partida de tute, pero a él le seducen más los borrachitos. Rememora a Teófilo Caamaño, un ermitaño al que conoció vagabundeando por Segovia. Entre él y Carmen Martín Gaite le enseñaron centenares de canciones populares. O a Imperio Argentina, que le terminaría regalando una vieja guitarra desconchada que fue de Jorge Cafrune. Tendrá que escribir su autobiografía, un día. Pero será la historia de un hombre llano y sentimental. "Yo no he triunfado para nada, y eso tiene una gran ventaja: no corro el peligro de morir de éxito". Y rompe en carcajadas mientras se lleva una naranja del mostrador. Invita la casa.

El cantante publica dos discos a la vez. Ya van 29.LUIS SEVILLANO

Restaurante Nuevo Puerto. Madrid

- Media ración de camarones: 17,50 euros.

- Ensalada: 12 euros.

- Dos chuletones con pimientos de Padrón: 28 euros.

- Vino Gran Cardiel: 14 euros.

- Borrachitos de Guadalajara: 3,50 euros.

- Agua y cafés: 4,40 euros.

Total: 79,40 euros (con IVA).

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