Análisis:EL ACENTO

A la cancha, con traje y corbata

Con todos los respetos para el presidente de la Federación Española de Tenis, Pedro Muñoz, habría que rezar no pocos rosarios, creer ciegamente en los milagros o tentar al rival con un fajo de billetes, lo que no parece lo más correcto desde el punto de vista de la ética deportiva, para pensar que con su físico orondo, enfundado en un traje y corbata y portando en la mano izquierda las numerosas medallas institucionales obtenidas a lo largo de su carrera, seguramente bien merecidas, España, valiéndose de la habilidad de Muñoz con la raqueta y su lengua viperina, pueda derrotar a Estados Unidos...

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Con todos los respetos para el presidente de la Federación Española de Tenis, Pedro Muñoz, habría que rezar no pocos rosarios, creer ciegamente en los milagros o tentar al rival con un fajo de billetes, lo que no parece lo más correcto desde el punto de vista de la ética deportiva, para pensar que con su físico orondo, enfundado en un traje y corbata y portando en la mano izquierda las numerosas medallas institucionales obtenidas a lo largo de su carrera, seguramente bien merecidas, España, valiéndose de la habilidad de Muñoz con la raqueta y su lengua viperina, pueda derrotar a Estados Unidos el próximo septiembre en la semifinal de la Copa Davis. Porque como siga con esa verborrea incontenida (párela, por favor, o párensela), va a ser él solito quien salte a la cancha de Las Ventas. Y claro está, con él en el campo las probabilidades de eliminar a los temidos americanos se reducen muchísimo. En eso estará de acuerdo.

Más que en ningún otro deporte de competición, el tenis sin los tenistas obviamente no existe. No es una verdad de Perogrullo. No hay tantos profesionales a los que se pueda recurrir en caso de una emergencia y, desde luego, ninguno de ellos puede superar la calidad de los ocho mosqueteros que están en guerra abierta con Muñoz. De entrada, porque si por impericia o argumentos mal defendidos los directivos de una federación se enemistan con los Nadal, Ferrer, Moyà, Ferrero y compañía hacen un flaquísimo trabajo. Porque, le guste o no a Muñoz, sin ellos no hay función y por tanto son ellos quienes tienen la raqueta por el mango y no él, por mucho que subraye que ha sido elegido limpiamente con los votos de los representantes de las federaciones territoriales.

El Consejo Superior de Deportes debería frenar el espectáculo indigno entre Muñoz y los jugadores. Lo mejor sería que él se marchara sin que los demás le enseñen dónde está la puerta, consciente de que con los toreros en contra no es posible ofrecer un cartel de éxito en la corrida de septiembre. Y lo debería hacer ya, porque antes de la semifinal de la Copa Davis están los Juegos Olímpicos de Pekín, a los que acudirán esos mismos tenistas.

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