Entrevista:CHEN KAIGE | Director de cine

"Turandot es alguien que busca la libertad"

Desde hace dos semanas, Chen Kaige (Pekín, 1952) vive en un hotel de Valencia, dedicado en cuerpo y alma a la escenografía de Turandot, la ópera de Puccini que inaugurará el Festival del Mediterrani en el Palau de les Arts el próximo 24 de mayo. Su vida transcurre entre ensayos y audiciones, en la vorágine de preparar una obra que considera "muy parecida al cine".

Será la primera aproximación al mundo de la ópera de un cineasta que, junto a Zhang Yimou, ha abanderado la denominada quinta generación de directores chinos, la que recurrió a las historias pretéritas para esquivar la ...

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Desde hace dos semanas, Chen Kaige (Pekín, 1952) vive en un hotel de Valencia, dedicado en cuerpo y alma a la escenografía de Turandot, la ópera de Puccini que inaugurará el Festival del Mediterrani en el Palau de les Arts el próximo 24 de mayo. Su vida transcurre entre ensayos y audiciones, en la vorágine de preparar una obra que considera "muy parecida al cine".

Será la primera aproximación al mundo de la ópera de un cineasta que, junto a Zhang Yimou, ha abanderado la denominada quinta generación de directores chinos, la que recurrió a las historias pretéritas para esquivar la censura de su país, en un momento crucial para el futuro del cine chino. Sin embargo, antes de la entrevista, Kaige avisa de que no contestará preguntas relacionadas con la censura en su país. Una forma de esquivar cuestiones incómodas para un director que reconoce que su generación aportó al cine "una visión de las cosas diferente de lo anterior en China".

"Nosotros hicimos cine para ser parte del mundo", dice el director chino

Esa generación, de la que también forman parte cineastas como Zhang Yimou o Tian Zhuangzhaung, se formó en la Academia de Cine de Pekín, a finales de los setenta. "Cuando estudiábamos cine, solo había un modelo de estudios controlado por la autoridad y, para cualquier cosa que quisieras hacer, necesitabas un permiso", confiesa. Esas trabas fomentaron la creatividad de un grupo de directores que acabarían revolucionando el panorama del cine chino para darlo a conocer al resto del mundo. En 1993, Chen Kaige se convirtió en "un héroe nacional", según sus propias palabras, cuando logró la Palma de Oro en Cannes por Adiós a mi concubina. Fue el estallido de una generación "afortunada" porque "llegó a interesar a la gente", afirma. 15 años después de aquel hito, las cosas han cambiado mucho en el gigante asiático: "Ahora, en China, si tu película fracasa en taquilla, no eres nadie", dice Kaige, con pesar, antes de comparar el mercado cinematográfico de su país con el americano y apostillar que lo difícil para los nuevos cineastas es "continuar contando lo que quieres expresar en las películas".

Una decena de filmes jalonan la trayectoria profesional de un cineasta que "jamás" se planteó serlo. "Mi padre fue un famoso director de cine en China, pero yo no pensé en imitarlo hasta que estudié cine, cuando me di cuenta de que el cine era una gran oportunidad para contar lo que me pasaba", dice. Pero, antes de esa epifanía cinematográfica, hubo otra: el agotamiento de la revolución cultural, en 1966. "Yo sólo tenía 13 años entonces, pero supe que había sido educado por la vida y que mi trabajo me iba a enseñar lo que necesitaba". 18 años más tarde, Kaige debutaba en el cine con Tierra amarilla, una película que ya apuntaba su concepción estética de la vida dentro de un grupo de revolucionarios que, con el tiempo, ha encontrado su lugar en la historia: "Nosotros hicimos cine para ser parte del mundo". Para intentar que "el público occidental entendiera nuestra cultura". En todo caso, Kaige tiene esperanzas en el futuro, en la sexta generación de cineastas chinos, a la que augura que hará "mejores películas" que ellos porque ahora la gente pide "cosas reales en la pantalla".

Todo su magisterio lo aplica estos días Kaige a una disciplina artística a la que es ajeno, la ópera. Su primera incursión en este terreno es este Turandot que define como "mucho más rico que las versiones anteriores que se han hecho de la obra". Apasionado por la música de Puccini, a la que considera "cálida, como el temperamento italiano o español", el director chino partió de una pregunta para desarrollar su escenografía de la obra póstuma de Puccini: ¿Quién es Turandot? "Es alguien que busca la libertad, fue mi respuesta", señala. Y, como tal, concibió el montaje "como si hiciera una película", ya que los personajes que en ella intervienen "sienten el drama y hay que entenderlos para saber por qué reaccionan como lo hacen". A partir de ahí, Kaige reconoce que, para él, la experiencia de dirigir, por primera vez en su vida, un montaje operístico es "una diversión".

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