A la velocidad del trueno

La melodía perfecta. El estribillo pegadizo. La velocidad en la ejecución. Esas son algunas de las constantes que han definido la carrera de Paul Collins, el músico neoyorquino que lleva, desde hace más de 30 años, ayudando a pulir los perfiles de ese género tan perenne llamado power pop. Un estilo que no necesita de grandes innovaciones, tan sólo canciones efectivas y vitaminadas, que sigan ahondando en el mito de la eterna juventud. Así lo lleva haciendo Collins desde la década de los setenta, cuando fundó en San Francisco a los seminales The Beat o The Nerves, figuras clave en la con...

La melodía perfecta. El estribillo pegadizo. La velocidad en la ejecución. Esas son algunas de las constantes que han definido la carrera de Paul Collins, el músico neoyorquino que lleva, desde hace más de 30 años, ayudando a pulir los perfiles de ese género tan perenne llamado power pop. Un estilo que no necesita de grandes innovaciones, tan sólo canciones efectivas y vitaminadas, que sigan ahondando en el mito de la eterna juventud. Así lo lleva haciendo Collins desde la década de los setenta, cuando fundó en San Francisco a los seminales The Beat o The Nerves, figuras clave en la consolidación de ese particular método de trabajo. Y así lo sigue demostrando desde hace ya tiempo en solitario. El último lustro, durante el que ha mantenido una estrecha relación con nuestro país, residiendo por aquí durante temporadas, editando y girando con asiduidad, lo ha contemplado especialmente prolífico. Y facturando estupendos discos, como el recientemente presentado, Ribbon of Gold, que presenta esta misma noche en Valencia, en una cita en la que a buen seguro tampoco faltarán clásicos de toda su trayectoria, como Rock and roll girl o el Hanging on the telephone popularizado por Blondie. Una fórmula tan incombustible como infalible sobre el escenario.