Análisis:EL ACENTO

No vamos a ninguna parte

Los embarazos de las españolas siguen durando nueve meses. Ahí dependemos todavía de las leyes naturales. Si algún día conseguimos alterarlas, el nasciturus hispánico se quedará en el útero materno al menos un par de añitos. No lo duden: es nuestra tendencia. Somos gente apegada a la madre, la tierra y las costumbres. Es decir, que no nos vamos ni a tiros.

¿Leyeron el viernes el informe sobre la movilidad geográfica? Un texto muy interesante. Demostraba que, en materia de sedentarismo, el mejillón nos gana por poco. No queremos cambiar de región, y mucho menos de país, aunque se ...

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Los embarazos de las españolas siguen durando nueve meses. Ahí dependemos todavía de las leyes naturales. Si algún día conseguimos alterarlas, el nasciturus hispánico se quedará en el útero materno al menos un par de añitos. No lo duden: es nuestra tendencia. Somos gente apegada a la madre, la tierra y las costumbres. Es decir, que no nos vamos ni a tiros.

¿Leyeron el viernes el informe sobre la movilidad geográfica? Un texto muy interesante. Demostraba que, en materia de sedentarismo, el mejillón nos gana por poco. No queremos cambiar de región, y mucho menos de país, aunque se nos ofrezca un mejor empleo, opciones de promoción o intensas experiencias vitales. Sólo 1 de cada 10 trabajadores españoles ha realizado alguna vez una pequeña emigración. Nada, ni 300 kilómetros. Para nosotros, el mundo se acaba en la esquina.

Los expertos dicen que nuestros servicios sociales son deficientes y que, por tanto, dependemos de las redes familiares: la madre cocinera, el abuelito-canguro y el cuñado manitas. En ese ámbito, nos parecemos a los polacos y a los italianos. Dicen también que nos espanta aprender nuevos idiomas, sean el catalán, el inglés o el chino.

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Nuestra resistencia al inglés alcanza niveles de antología: 6 de cada 10 españoles se declaran del todo refractarios a ese idioma, lo que nos permite equipararnos a los turcos y a los búlgaros.

Hay otros elementos que nos impiden aventurarnos. Nos atamos a una hipoteca: 8 de cada 10 viviendas son de propiedad. Faltan pisos de alquiler. Y para un funcionario autonómico resulta más fácil conseguir un traslado a la Patagonia que a la comunidad vecina.

Son todas razones de peso. De los datos se desprende, sin embargo, una explicación más sencilla: nos falta tiempo. Abandonamos el hogar paterno a los 29 años (ése es el promedio), pasamos los siguientes 20 o 25 pagando la hipoteca del piso y cuando al fin somos libres, con algo más de 50 años, ya no estamos para trotes. Preferimos esperar todavía un poco, hasta jubilarnos, y apuntarnos a viajes del Imserso. Cortitos, a poder ser: tampoco es cuestión de perderse la jornada de Liga.

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