Columna

ZPSPV

Zapatero ha ganado las elecciones. Parece obvio pero hay que decirlo. En primer lugar porque para evitar que Rajoy ocupara su plaza de registrador, el PP ha tratado de transformar en victoria su innegable aumento de votos. Pronto, sin embargo, se visualizará con mayor nitidez quién ha ganado. Y en segundo, porque el éxito de Zapatero excede al de su partido, convirtiéndose en expresión del proyecto progresista quizás más interesante del escenario político europeo. Su propuesta ha arañado votos de sectores progresistas que asustados por una derecha política anclada en la bronca y una derecha so...

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Zapatero ha ganado las elecciones. Parece obvio pero hay que decirlo. En primer lugar porque para evitar que Rajoy ocupara su plaza de registrador, el PP ha tratado de transformar en victoria su innegable aumento de votos. Pronto, sin embargo, se visualizará con mayor nitidez quién ha ganado. Y en segundo, porque el éxito de Zapatero excede al de su partido, convirtiéndose en expresión del proyecto progresista quizás más interesante del escenario político europeo. Su propuesta ha arañado votos de sectores progresistas que asustados por una derecha política anclada en la bronca y una derecha sociológica que ha llegado a cuestionar la democracia, se han volcado en quien ha dado sobradas muestras de sensibilidad para profundizar en derechos y libertades. En ese sentido, se puede afirmar que ZP se ha convertido en expresión de un movimiento social que excede el ámbito de la socialdemocracia clásica y la enraíza con la idea de justicia a partir del fomento de la libertad heredada de Rawls, de la vigencia de los valores cívicos del republicanismo de Pettit, del patriotismo constitucional de Habermas y de tantos cuantos apuestan por una democracia participativa que implique a los ciudadanos en una sociedad donde el Estado garantice pero no interfiera la realización de los proyectos vitales individuales.

¿Cómo queda tanto margen al crecimiento del voto conservador?

Cierto que hoy por hoy es un proyecto evanescente que debe no poco a las posiciones casi reaccionarias (en el caso del nacionalcatolicismo episcopal, sin casi) que han llevado a concentrar en ZP votos que sin tanta crispación habrían buscado otros acomodos. Tal vez lo harán en las siguientes generales y con seguridad que lo harán en las próximas autonómicas. Y, claro, hay una pregunta pertinente en el caso valenciano. Si es ésta una moderna sociedad de servicios, con parecidas estructuras sociológicas a otras, ¿por qué no concita aquí ZP el mismo apoyo?, ¿cómo queda tanto margen al crecimiento del voto conservador? Porque a despecho de esa interpretación según la cual se ha recuperado el voto, el voto ha descendido respecto al del 2004 -única comparación correcta- y a buen seguro lo hará aún más en las siguientes autonómicas donde, como siempre, parte del electorado que en las generales vota PSOE, en las autonómicas va a otras formaciones o a la abstención, si no sigue goteando hacia el PP. No, no se recuperará voto; se volverá a perder.

Cuesta comprender el porqué de esa deriva conservadora. No faltan las razones sociológicas y económicas que explican la comodidad de clases medias emergentes y proletariado de servicios en el modelo de crecimiento avalado y publicitado ad nauseam por el PP valenciano. Yo mismo las he expuesto, aunque con el resultado de recibir críticas por reducir el fenómeno a la evolución económica de la sociedad. En absoluto. Lo que sí sostengo es que la izquierda valenciana y el PSPV en particular aún no ha analizado ni dicha evolución ni el significado del nuevo socialismo de Zapatero y, en consecuencia, no ha dado con la clave para articular un mensaje capaz de atraer a unos ciudadanos, cuyos valores progresistas no hallan atractivo en una organización que ni siquiera sabe combatir las medias verdades del PP en torno al agua, al AVE, a la seguridad ciudadana o a la espinosa cuestión de la inmigración. O cuando no se dedica a oponerse por sistema a temas susceptibles de aceptación crítica. No sé aún por qué se ha acuñado esa imagen de estar en contra de Terra Mítica, de la Copa de América, del circuito de Fórmula 1 o del golf sin ofrecer alternativa a ellos.

No basta con echar la culpa a Canal 9, cuya obscenidad informativa es palmaria pero no es causa última del problema. El verdadero problema es que el PSPV va camino de convertirse en un ente de razón, o sea sin existencia real. Pasó de escenario de batallas internas a estepa de silencios, sin contacto alguno con la sociedad civil. Eso sí, en cada coyuntura precongresual repite aquello de renovarse, democratizarse, modernizarse, abrirse a la sociedad y demás lugares comunes... Pero sin referencia a las prácticas que impiden que así sea: a la obsolescencia de sus agrupaciones, a la poca operatividad de sus estructuras territoriales, a sus ineficaces mecanismos de encuadramiento colectivo y aún más de selección de cuadros, a su incapacidad para integrar la pluralidad, a su déficit de intelocución social...

En ello entra ahora el PSPV. ¿Se reeditarán viejos pleitos entre aparato y renovación? O por el contrario ¿volverá a venderse como unidad el interesado reparto de cuotas de un poder cada vez más residual? Si lo primero, el socialismo malvivirá dividido e inoperante, si lo segundo la dirección será débil y subordinada. Está obligado el PSPV a que tal no ocurra. Porque antes de ganar unas elecciones hay mucho trabajo que hacer para construir un proyecto valenciano y socialista en tiempos de globalización y mercado. Y sólo se puede hacer desde ese partido. Coincidencia en los objetivos y compromiso en los modos, eso significa integrar. Hay que reconciliar al PSPV con la política de verdad, la que le puede llevar a articular un proyecto moderno y solidario y construir en su torno una mayoría social.

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