26ª jornada de Liga

Desconfianza

No escarmienta el Barça, atrapado en un círculo vicioso desde la pasada temporada, cerrada en blanco. El guión del partido del sábado fue muy parecido al de la eliminatoria de Copa de mayo con el Getafe, o al Mundial de clubes de diciembre, o a la serie de la Liga que le enfrentó en primavera al Betis y al Espanyol, por no recordar la ronda de la Champions con el Liverpool en febrero. El equipo se cae de forma irremediable al final después de un espectacular inicio. A cada derrota se responde con un ejercicio de supervivencia hasta que se alcanza de nuevo la victoria y, desde el narcisismo, el...

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No escarmienta el Barça, atrapado en un círculo vicioso desde la pasada temporada, cerrada en blanco. El guión del partido del sábado fue muy parecido al de la eliminatoria de Copa de mayo con el Getafe, o al Mundial de clubes de diciembre, o a la serie de la Liga que le enfrentó en primavera al Betis y al Espanyol, por no recordar la ronda de la Champions con el Liverpool en febrero. El equipo se cae de forma irremediable al final después de un espectacular inicio. A cada derrota se responde con un ejercicio de supervivencia hasta que se alcanza de nuevo la victoria y, desde el narcisismo, el club vuelve a ser presa de la parálisis. Jugadores y directivos están enamorados de sí mismos y al embobamiento le puede la crítica, de manera que se pierde perspectiva y distanciamiento, rehenes todos de un proyecto merecedor del culto perpetuo por sacar a la entidad de la miseria y llevarla a la gloria. Y ya se sabe que las deudas emocionales son impagables.

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Las jerarquías se respetan como si nada hubiera pasado, y hoy resulta que el presidente ya no busca la complicidad sino la adulación; al entrenador le ha podido el asambleísmo después de administrar la escasez; y la figura ha perdido encanto y ganado engaño. No se han corregido los factores que condenaron al equipo sino que se han agrandado a fin de de que cada parte tenga su coartada. Los hay que atacan a Henry para defender a Ronnie, otros mentan a Mourinho para fastidiar a Rijkaard y cada día se invoca a Rosell para pasar cuentas con Laporta. La cultura de los fantásticos ha destrozado el ecosistema del equipo y alimenta el caldo electoral del club. El Barça es hoy un futbolín. Le falta corriente y le sobra virguería, empalagado de delanteros, tan carismáticos como inmovilistas, inofensivos para el rival y agradecidos con la televisión.

Los azulgrana ponen la música y los rivales, los goles. Así ocurrió el sábado tras otra caza frustrada del Madrid como ya pasó en el clásico. Rijkaard erró con la alineación en los dos partidos y en ambos faltó Messi. Al igual que el presidente, el técnico se equivoca cuando toma unas decisiones para no tener que tomar otras decisiones, de manera que no se cambia la dinámica sino que se refuerza el status quo. Llegados a tal punto de ablandamiento, hay que recordar al Barça que la confianza no se regala sino que se gana o merece, y hoy la ha perdido.

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