Análisis:

El voto y la estructura

Enfrascados en su mutuo marcaje electoral, el PP y el Gobierno socialista están presentando esencialmente el proceso de ilegalización de las dos marcas de circunstancias de Batasuna (PCTV-EHAK y ANV) como un intento de evitar que se presenten a las elecciones del 9 de marzo. La izquierda abertzale también está muy interesada en que parezca que es eso lo que está en juego cuando clama por sus derechos e insiste, un día sí y otro también, en que estará pese a todo en los comicios, aunque sea pidiendo para sí los votos nulos.

Sin embargo, detrás del empeño del Estado por hacer que l...

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Enfrascados en su mutuo marcaje electoral, el PP y el Gobierno socialista están presentando esencialmente el proceso de ilegalización de las dos marcas de circunstancias de Batasuna (PCTV-EHAK y ANV) como un intento de evitar que se presenten a las elecciones del 9 de marzo. La izquierda abertzale también está muy interesada en que parezca que es eso lo que está en juego cuando clama por sus derechos e insiste, un día sí y otro también, en que estará pese a todo en los comicios, aunque sea pidiendo para sí los votos nulos.

Sin embargo, detrás del empeño del Estado por hacer que la ley se cumpla y de Batasuna por burlarla, la clave no está en la participación política de ese 10% del electorado vasco-navarro que le viene votando, sino en la posibilidad de mantener como antes su estructura organizativa. Una intrincada red que le permitía controlar y activar con gran eficacia la sociedad paralela creada por el llamado MLNV. Para el mundo de ETA-Batasuna, la presencia en las instituciones -con la excepción de los ayuntamientos y, en el otro extremo, el Parlamento Europeo- ha sido una opción puramente instrumental. Basta recordar su ausencia en los años ochenta de las Cortes o el Parlamento vasco, adonde sólo acudían sus parlamentarios para deslegitimarlos. O la postura abstencionista propugnada en las generales de 2000 por tratarse de unas "elecciones impuestas a este pueblo".

No es que la ilegalización haya insuflado en Batasuna fervores institucionales que nunca ha tenido. Sucede que su muerte civil en 2003 le ha privado de gran parte de los recursos económicos, materiales y logísticos con que contó en el pasado para mantener una amplia y engrasada estructura de acción y agitación. Si Batasuna necesita a PCTV y ANV no es para hacer política (la ha hecho siempre, más en la calle que en las instituciones), sino para ganar su pulso al Estado y sostener una red organizativa cada vez más precaria, como ha puesto de relieve la investigación policial sobre sus conexiones económicas con los partidos pantalla.

La izquierda abertzale conseguirá seguramente conservar alrededor del voto nulo a gran parte de su electorado militante el 9-M. Pero le está resultando más difícil de evitar el quebranto que ha causado en su funcionamiento la acción combinada del juez Garzón y un instrumento tan imperfecto como la Ley de Partidos. Y eso es lo que verdaderamente le preocupa.

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