Crítica:CANCIÓN | Javier Krahe

El mundo por montera

Es indiscutible que las canciones de Javier Krahe gozan de un poderoso hilo narrativo, que las enhebra con el punzante bisturí de una ironía capaz de atrapar tanto a neófitos como a los ya iniciados en su culto. Sólo así se explica que el cantautor madrileño mantenga en vilo y en silencio a toda la audiencia de una sala completamente atestada, desbordada y de visibilidad muy reducida. De hecho, una pantalla instalada en lo alto de una pared era la única agarradera visual para todos aquellos rezagados que, al fondo del recinto, ya ni llegarían a otear el escenario. Mientras, el incorregible Kra...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Es indiscutible que las canciones de Javier Krahe gozan de un poderoso hilo narrativo, que las enhebra con el punzante bisturí de una ironía capaz de atrapar tanto a neófitos como a los ya iniciados en su culto. Sólo así se explica que el cantautor madrileño mantenga en vilo y en silencio a toda la audiencia de una sala completamente atestada, desbordada y de visibilidad muy reducida. De hecho, una pantalla instalada en lo alto de una pared era la única agarradera visual para todos aquellos rezagados que, al fondo del recinto, ya ni llegarían a otear el escenario. Mientras, el incorregible Krahe iba a lo suyo: con ambas manos ocupadas por cubata y cigarrillo y la boca llena de humeantes divagaciones plenas de sorna sobre lo divino y lo humano. Y con un acompañamiento musical tan austero como el propio vehículo del que se sirve, una canción dinámica y sencilla que sólo se aparta del patrón brassensiano en alguna descacharrante escapada al terreno de la tarantell -Gracias, canción- o incluso al del quattrocento italiano -Piero Della Francesca-. En honor a la verdad, no necesita más, ya que su taimado arte para sacarle punta a los ataques de cuernos (Navalagamella, Vecindario), a la pulsión sexual (Eros y Civilización) o a todo aquello que le provoque cierto rechazo (Diente de ajo), entre mil cosas más, es el argumento que mejor define sus magnéticas actuaciones. Larguísimas ceremonias -dos horas duró la de Matisse- de sano compadreo en las que el acaparador y elaborado afán de sarcasmo, lejos de caer en la broma chusca, no hace más que resaltar las cuitas absurdas del hombre moderno. Con el sanísimo distanciamiento de alguien que, pasados los 60, cada vez se toma más el mundo por montera. Y bien que hace.

JAVIER KRAHE

Javier Krahe: voz; Javier López de Guerena: guitarra; Andreas Prittwitz: clarinete y flauta; Fernando Anguita: contrabajo. Matisse. Valencia, sábado 2 de febrero de 2008.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En