Reportaje:

Montjuïc, año cero

Un exposición muestra a través de fotos la transformación de la montaña

Onofre Bouvila, el inmortal personaje creado por Eduardo Mendoza para La ciudad de los prodigios, vivió en Barcelona a caballo de dos siglos y de dos exposiciones: la Universal de 1888 y la Internacional de 1929. Dos acontecimientos que transformaron la capital catalana y que el escritor barcelonés narró magistralmente en su novela. Ver las imágenes de esta transformación es posible ahora gracias a la exposición gráfica Montjuïc 1915, primera mirada, que desde el archivo fotográfico del Archivo de Historia de la Ciudad de Barcelona ilustra el inicio del largo y laborioso proceso ...

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Onofre Bouvila, el inmortal personaje creado por Eduardo Mendoza para La ciudad de los prodigios, vivió en Barcelona a caballo de dos siglos y de dos exposiciones: la Universal de 1888 y la Internacional de 1929. Dos acontecimientos que transformaron la capital catalana y que el escritor barcelonés narró magistralmente en su novela. Ver las imágenes de esta transformación es posible ahora gracias a la exposición gráfica Montjuïc 1915, primera mirada, que desde el archivo fotográfico del Archivo de Historia de la Ciudad de Barcelona ilustra el inicio del largo y laborioso proceso de reforma de esta montaña para incorporarla a la ciudad.

Barcelona siempre ha buscado excusas para crecer, y a principios del siglo XX la excusa fue organizar una exposición internacional que debía celebrarse en Montjuïc. Hasta ese momento, la montaña y la ciudad se habían ignorado mútuamente. La presencia del castillo y su artillería, el uso agrícola y ganadero y, sobre todo, la explotación de canteras de gres, de arcillas y de piedra de Montjuïc desde época romana, habían llevado a la burguesía a preferir Vallvidrera o el Figaró para pasar sus días de asueto, en lugar de una montaña inhóspita cuyas fuentes y merenderos eran patrimonio de las clases más populares.

En 1914, el Ayuntamiento de Barcelona aprobó el plan de ampliación del parque de Montjuïc y al año siguiente encargó el proyecto arquitectónico y de urbanización. La metamorfosis que experimentó la montaña supuso un esfuerzo titánico: se desmontaron colinas, excavaron zanjas, desplazaron tierras de cultivo y se hicieron taludes y terraplenes mientras se plantaban los primeros árboles, sobre todo plátanos.

Desde el principio, la Junta Directiva de la Exposición tuvo la necesidad de documentar fotográficamente toda esta reforma, que se prolongó hasta 1929, cuando se inauguró la exposición. Entre los fotógrafos autores de las instantáneas destacan Josep Brangulí, Luciano Roisin, Emili Godes, Alexandre Merletti, Josep Maria de Sagara, Sebastià Jordi Vidal o Carlos Peréz de Rozas, en otros. En 1932 los álbumes con unas 6.000 imágenes, entre negativos sobre vidrio y positivos sobre papel, fueron depositados en el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona.

Es precisamente el Archivo Histórico de la Ciudad (plaza de Pons i Clerch, 2), y su archivo gráfico, el que organiza y acoge hasta el próximo 30 de mayo la exposición, de entrada gratuita, que recorre esta transformación de la ciudad a través de 64 fotografías que se presenta en formato. La exposición muestra los primeros años de la transformación hasta 1922, en que la montaña transmuta su paisaje rural en urbano.

Las imágenes, auténticos documentos de primer orden, muestran el seguimiento de obras: el duro trabajo de los obreros que, con ayuda de sus manos y de animales de carga, sobre todo mulos, transportan la tierra o las piedras en carros, construyen puentes de hormigón o plantan los primeros árboles, aunque también muestran una visión romántica de la naturaleza, con fotografías como la de La Pedrera Gran o de La Fuxarda, que transportan a quien las observa a lejanos y exóticos lugares.

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Paralelamente a la exposición, el archivo fotográfico ha creado la muestra virtual Montjuïc 1915-1923: retrat d'una muntanya en obres, que exhibe los álbumes originales de las fotografías en la web www.bcn.cat/arxiu. Y ha organizado también itinerarios por Montjuïc y un ciclo de conferencias.

El espíritu de Onofre Bouvila, de muchos Onofres Bouvilas, parece presente en estas imágenes que apenas se pueden dejar de mirar por la doble fascinación de contemplar paisajes desaparecidos y la capacidad de trabajo del hombre.

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