"Tenéis más fuerza que el cardenal"

Los curas de la 'iglesia roja' de Vallecas asisten a una misa en la Cañada Real

La parroquia de Santo Domingo de la Calzada es modesta. Dentro de ella no hay sitio para el lujo. Tampoco para la autocomplacencia. Lo saben los aproximadamente 15 voluntarios que, desde hace años, trabajan ayudando a los vecinos de la Cañada Real, a los más vulnerables, los que primero sufren los avatares de la realidad misma.

Ayer, el templo se quedó pequeño. Decenas de personas acudieron a la eucaristía del domingo. Procedían mayoritariamente de la parroquia de San Carlos Borromeo, en Entrevías, la de los curas rebeldes, pero también de Móstoles e incluso de Barcelona. "Hemos ...

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La parroquia de Santo Domingo de la Calzada es modesta. Dentro de ella no hay sitio para el lujo. Tampoco para la autocomplacencia. Lo saben los aproximadamente 15 voluntarios que, desde hace años, trabajan ayudando a los vecinos de la Cañada Real, a los más vulnerables, los que primero sufren los avatares de la realidad misma.

"Esta zona recoge hierbas que otros pobres arrojaron", dice un párroco

Ayer, el templo se quedó pequeño. Decenas de personas acudieron a la eucaristía del domingo. Procedían mayoritariamente de la parroquia de San Carlos Borromeo, en Entrevías, la de los curas rebeldes, pero también de Móstoles e incluso de Barcelona. "Hemos venido a solidarizarnos, porque más allá de la legalidad o no de las construcciones que hay aquí, en la Cañada viven personas y existen conflictos que hay que solucionar", señalaba el párroco Javier Baeza. "Tenéis más fuerza que el cardenal, porque habéis conseguido que dejemos nuestra parroquia para venir aquí", bromeó el párroco.

La pobreza. Ésa es la clave para los voluntarios de la pequeña parroquia de la Cañada Real. Y no quieren que los focos de la actualidad lo entierren aún más. Para solucionarlo, creen, hay que visualizarlo.

"Lo que existe aquí son familias que viven en la pobreza más absoluta. Personas que dedican sus días a sobrevivir. Nosotros intentamos ayudar en lo que podemos, ropa, libros, cursos de apoyo escolar para los niños, alfabetización para sus padres, pero no es suficiente. Es necesaria una mayor implicación de las instituciones", explica Jorge Fernández, uno de los voluntarios. Mientras, el pequeño David se agarra a su pierna y reclama su atención. Es rumano y apenas llega a los 10 años. Tiene las ropas sucias y el pelo revuelto. A cada paso reparte abrazos y pregunta el nombre de todo aquel con el que se topa. Ya va al colegio, pero no tiene libros. Ni disfraz para Halloween. Jorge es quien consigue esas cosas, y el pequeño lo sabe bien.

"Los problemas no empezaron ayer. Por eso no tiene sentido pretender dar una solución de un día para otro", continúa Jorge, mientras señala un muro de arena construido justo frente a la iglesia. Al fondo, grúas y pisos a medio construir que anuncian un nuevo barrio. "Intentan construir una pantalla para evitar la visión de la miseria", continúa. Es una metáfora de lo que viven desde años los vecinos de la Cañada, "a los que se ha escondido bajo la alfombra". Por ello pelean. Por evitar la anestesia con la que se oscurece el conflicto que late en este barrio.

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Mientras se desarrolla la multitudinaria eucaristía en Santo Domingo de la Calzada, un grupo de pequeños se dedica a tirar piedras a un pequeño refugio hecho con maderas y cartones. Dentro descansa un joven delgado de cara demacrada. "Es drogo", repiten, para referirse a que es un drogadicto. "Ves, ésta es la realidad canalla de la que no escapa nadie, que encanallece a todos, incluso a los niños", susurra uno de las personas que en la mañana de ayer visitaron la parroquia de Cañada Real.

En la pequeña iglesia, el párroco de San Carlos Borromeo, Enrique de Castro, mostraba las entretelas de la realidad: "Lo que se vive aquí es como la fábula de Samaniego. Este barrio recoge las hierbas que otros, también pobres, arrojaron antes".

La parroquia de Santo Domingo de la Calzada, en la Cañada Real, ayer por la mañana antes de celebrarse la misa.MANUEL ESCALERA

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