Columna

Hondura

COMIENZA EUGENIO TRÍAS, en su libro El canto de las sirenas. Argumentos musicales (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), recordando la definición convencional de la música como "arte de la organización de sonidos que pretende promover emociones en el receptor", una definición tan indiscutible como insustancial. La cito aquí, no obstante, porque yo no encuentro, por mi parte, una mejor definición del maravilloso ensayo de este gran pensador español actual que precisamente la de devolver toda la sustancia de la que es capaz a la música occidental, un proyecto ciertamente discutible, per...

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COMIENZA EUGENIO TRÍAS, en su libro El canto de las sirenas. Argumentos musicales (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), recordando la definición convencional de la música como "arte de la organización de sonidos que pretende promover emociones en el receptor", una definición tan indiscutible como insustancial. La cito aquí, no obstante, porque yo no encuentro, por mi parte, una mejor definición del maravilloso ensayo de este gran pensador español actual que precisamente la de devolver toda la sustancia de la que es capaz a la música occidental, un proyecto ciertamente discutible, pero porque su hondura no tiene fondo. Un proyecto, en fin, genuinamente filosófico. Por otra parte, la música es el único arte donde la cultura occidental no ha tenido rival, sobre todo, a partir de aproximadamente el siglo XVI, que es de donde parte el selectivo recorrido histórico que ha emprendido, para nosotros, Eugenio Trías. Desde Monteverdi a Iannis Xenakis, Trías desgrana los, a su juicio, momentos estelares de la historia de la música occidental, pero como una sucesiva conversación personal apasionada con cada uno de los grandes compositores del pasado y del presente, cuyas contribuciones han construido decisivos instantes sonoros que iluminan el drama humano. No es la suya, por lo demás, una evaluación técnica de esta misteriosa historia, ni tampoco una pulcra síntesis erudita, ni nada que tenga que ver con lo que se podría considerar una aproximación académica, sino un viaje interior al alma de la música, que lo es, asimismo, por tanto, al pozo sin fondo de la memoria original del hombre.

Al decir que el libro de Trías es un viaje, casi desvelo que el género literario con el que está escrito se asemeja al de la novela, pero en el sentido con que uno de los primeros y más sagaces intérpretes de la misma, el británico Henry Fielding, la definió, cuando, comparándola cierta vez con la Historia pública, resaltó que aquélla era mucho más difícil que ésta, porque, al tratar de las historias privadas, debía rebuscar la verdad en los sucesivos "agujeros y escondrijos" de la vida cotidiana que la ocultan. Pero la novela de Trías no es ficcional, sino argumentativa y crítica: es, en suma, una novela filosófica, aunque de una filosofía que no es pensamiento disecado, sino palpitante de vida o palpitando con la vida.

Ocurre que, al final de su voluminoso ensayo de mil páginas, que suscitan una tan ávida lectura que no se siente pesar más que al final, Eugenio Trías se plantea, a modo de coda, la reflexión sobre cómo Platón consideró la música como la más extraordinaria ayuda de la tarea filosófica; su, por así decirlo, hilo de Ariadna; su, si se quiere, materia primigenia, la del material humano mortal, de plasticidad anhelante. Al hacerlo así, tras su formidable deambulación histórica en íntimo diálogo con cada uno de los 23 compositores que ha elegido, Trías nos remite al origen de esta aventura musical, pero no para evocar lo que pudiera haber sido la música en época de los griegos, sino lo que éstos comprendieron, en efecto, acerca del decisivo papel reservado a la música en el destino del hombre: servir de eco a su insondable profundidad.

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