Reportaje:

Un hombre sereno en un atentado

La policía condecora a un ejecutivo que ayudó a evacuar a los viajeros en la explosión de la T-4 de Barajas

Javier García, madrileño de 43 años, no quiere que le fotografíen. Ni que den detalles que permitan identificarlo. Busca pasar inadvertido, pese a que ayer el Cuerpo Nacional de Policía le condecoró por haber ayudado durante el atentado de la banda terrorista ETA, que hizo saltar por los aires parte del aparcamiento de la T-4 de Barajas a finales del pasado diciembre. "Yo no hice eso para que me dieran una medalla, ni para conseguir un reconocimiento público", aseguraba ayer Javier, encorbatado y elegante, tras recibir la medalla.

Es un directivo de una empresa de Zaragoza que acudió a ...

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Javier García, madrileño de 43 años, no quiere que le fotografíen. Ni que den detalles que permitan identificarlo. Busca pasar inadvertido, pese a que ayer el Cuerpo Nacional de Policía le condecoró por haber ayudado durante el atentado de la banda terrorista ETA, que hizo saltar por los aires parte del aparcamiento de la T-4 de Barajas a finales del pasado diciembre. "Yo no hice eso para que me dieran una medalla, ni para conseguir un reconocimiento público", aseguraba ayer Javier, encorbatado y elegante, tras recibir la medalla.

Es un directivo de una empresa de Zaragoza que acudió a primera hora al aeropuerto. Tenía que coger el puente aéreo para pasar el fin de año junto con su familia en Lleida. "Llegué pronto porque quería volar a primera hora. Como no llevaba equipaje para facturar, estaba sacándome la tarjeta de embarque en un terminal", recordaba ayer García.

"No te planteas si hay una segunda bomba, si tu vida corre peligro", dice Javier García

La explosión quebró sus planes. Vio a varios policías corriendo por la terminal. Paró a algunos agentes y les dijo que era "hijo del cuerpo", y les preguntó si podía ayudarles. Su padre, ya fallecido, había sido comisario del Cuerpo Nacional de Policía. Los funcionarios le pidieron que dirigiera a la gente a la zona de embarque, tras pasar el control policial. "Si es necesario, di que eres policía", le espetó un agente.

"Lo que nunca se me olvidará de ese momento es la cantidad de cristales que se rompieron, el humo y el polvo que había por toda la terminal. Estaba muy asustado, pero luego me dio un subidón de adrenalina y pensé que tenía que hacer algo", rememoraba ayer.

Dejó su equipaje de mano junto a un mostrador de facturación y comenzó a dirigir a la gente hacia la parte de la terminal más próxima a las pistas, para alejarla del lugar de la explosión. "En esos momentos no te planteas si hay una segunda bomba o si tu vida corre peligro. Ves cómo la gente tira de sus equipajes como puede. Lo más angustioso era las familias con niños pequeños y las personas mayores. Algunos no podían casi ni andar", añadió. García estuvo durante más de tres horas en la T-4 dirigiendo a la gente. "Intenté llamar para avisar a mi esposa de que no iba a Barcelona, pero no pude. No sé si me quedé sin batería en el móvil o no había cobertura", hacía memoria.

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Los policías le presentaron al comisario de Barajas, Carlos Salamanca, que le agradeció personalmente su desinteresada labor. Un autobús le llevó a la T-1, después de que pasara el caos inicial. Acto seguido, se marchó en metro hasta la casa de su madre, junto a la calle de Orense. "Mi familia estaba muy nerviosa, porque no podían hablar conmigo. Sabían que iba a salir y no tenían noticias mías", explica.

Este héroe casi anónimo tuvo que esperar hasta la tarde siguiente para volar a Barcelona y juntarse con su esposa y sus dos hijos, de un año y medio y de siete años. No quiso que nadie se enterara de su hazaña. "Empecé los estudios de derecho para opositar a la policía, pero luego me metí en el mundo del marketing y ya dejé la idea de seguir la carrera de mi padre", concluyó. Ayer recibió la medalla al mérito policial con distintivo blanco. Su mérito: ser un "ciudadano ejemplar".

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