Editorial:

¿Armisticio en CiU?

Convergència i Unió, la federación nacionalista que gobernó durante 23 años en Cataluña, resolvió ayer, al menos momentáneamente, una de las crisis más profundas de su historia. El timón de ese buque insignia del catalanismo se lo disputan dos partidos: CDC y UDC. Mejor dicho, sus líderes respectivos, Artur Mas y Duran Lleida. Y aunque la relación de pareja entre ambos siempre ha sido de amor-odio, ahora se había hecho crítica.

La gota que desbordó el vaso fue la propuesta de Mas de refundar el catalanismo como un movimiento amplio organizado en torno a su partido, lo que llevó a Duran ...

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Convergència i Unió, la federación nacionalista que gobernó durante 23 años en Cataluña, resolvió ayer, al menos momentáneamente, una de las crisis más profundas de su historia. El timón de ese buque insignia del catalanismo se lo disputan dos partidos: CDC y UDC. Mejor dicho, sus líderes respectivos, Artur Mas y Duran Lleida. Y aunque la relación de pareja entre ambos siempre ha sido de amor-odio, ahora se había hecho crítica.

La gota que desbordó el vaso fue la propuesta de Mas de refundar el catalanismo como un movimiento amplio organizado en torno a su partido, lo que llevó a Duran Lleida, ofendido por esa iniciativa unilateral de su socio, a amenazar con no encabezar, como estaba previsto, la lista de CiU para las legislativas de 2007. Mientras estuvo al timón, Pujol administró con pericia la idea de que CiU era un ferrocarril y cada uno descendía en la estación del nacionalismo -desde el autonomismo hasta el independentismo- que más le convenía. Era un catalanismo nacionalista en el ser y autonomista en el hacer. Su liderazgo garantizaba un equilibrio entre la periódica radicalización nacionalista de las bases de Convergència y la moderación y voluntad de participación en la política española de los democristianos. Sin poder y sin Pujol, la radicalización soberanista de Convergència, en competencia constante con ERC, ha acabado por colisionar con la moderación de Unió.

Duran ha dejado claro que los pactos deben orientarse preferentemente hacia los socialistas, y sólo quizá en el futuro hacia el PP, pero huyendo de frentismos con ERC, socialmente disgregadores para la sociedad catalana. Mientras la Convergència soberanista ve instrumental su participación en el Gobierno de España, Unió la observa como un valor por sí mismo. A esas discrepancias se han sumado en las últimas semanas una escalada verbal, una incomunicación de sus líderes, el continuo amago de la ruptura y la velada insinuación de que los democristianos son unos parásitos porque jamás se han presentado en solitario, que amenaza seriamente a la federación.

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Mas y Duran trataron ayer de suturar tantas heridas mutuamente infligidas. Tras cuatro intensas horas de reunión firmaron algo parecido a un armisticio. Habrá que ver si es de ocasión (pues los propios colaboradores de Mas han conculcado sus órdenes de permanecer en silencio), o suficientemente sólido.

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