Crítica:ALTAVEU | Homenaje a Tete Montoliu

Tete todavía está riendo

Tete Montoliu todavía debe estar desternillándose de risa. Seguro que, allí donde esté, balancea la cabeza hacia atrás, se rasca ostentosamente la nariz y se le escapa una risotada al recordar el concierto del jueves en Sant Boi.

La versión que The Art Eixample of Canigó (TAEOC) ofreció de su música es la más disparatada que pueda imaginarse. Tan disparatada como creativa y divertida y, al mismo tiempo, un homenaje sincero y entrañable en este año de celebraciones (en agosto hizo 10 años que Tete falleció). Sincero y entrañable porque en ningún momento se intentó ni reproducir su música...

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Tete Montoliu todavía debe estar desternillándose de risa. Seguro que, allí donde esté, balancea la cabeza hacia atrás, se rasca ostentosamente la nariz y se le escapa una risotada al recordar el concierto del jueves en Sant Boi.

La versión que The Art Eixample of Canigó (TAEOC) ofreció de su música es la más disparatada que pueda imaginarse. Tan disparatada como creativa y divertida y, al mismo tiempo, un homenaje sincero y entrañable en este año de celebraciones (en agosto hizo 10 años que Tete falleció). Sincero y entrañable porque en ningún momento se intentó ni reproducir su música al pie de la letra ni calcar su forma de tocar, iniciativas ambas abocadas al fracaso. Todo lo contrario: TAEOC buscó las sugerencias ocultas, el efecto gamberro encerrado tras la sonrisa del desaparecido pianista, convirtió la melodía en disparate e inundó el escenario de un buen humor contagioso y desinhibido. Ideal para recordar a un hombre que poseía un humor así, que se reía de todo, hasta de sí mismo, y para el que la música no era un arte estático.

Tete se hubiera desternillado al escuchar su Jo vull que m'acariciis convertido en una explosión de colores. Hubiera disfrutado, aunque no estuviera totalmente de acuerdo con el arreglo, con la libertad con la que el quinteto afrontó algunas canciones populares catalanas o estándares de la altura de Round midnight u Over the rainbow. Un auténtico disparate musical que acabó con una no menos disparatada versión de Els Segadors interpretada por un mueble-bar rescatado por uno de los músicos de un contenedor.

Dos mundos dándose la mano en perfecta conjunción. Por un lado el jazz profundo de Fumero, Xirgu y Benítez, y por el otro la música de la imaginación que representan Comelade y Pascual. La cosa se imbricó tan bien que sobre el escenario todo eran jazzistas profundos desbordando imaginación. Musicalmente se notó la falta de rodaje del quinteto. Era su primer bolo y podría ser el último. Sus componentes tienen una vida musical muy ajetreada. Lástima.

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