Reportaje:MIS PERSONAJES DE FICCIÓN | EL GRAN GATSBY

Gatz 'versus' Gatsby

Como saben los buenos lectores, después de terminada la lectura de una novela, cerrar el libro es abrirlo de otra manera. Empiezan traslados físicos y geográficos, imaginaciones, virtualidades... Concluido El Gran Gatsby, me quedé un rato, y es una manera de hablar, el tiempo cuantificable no rige en estos trasiegos, sentado en el bungaló de madera de Nick, en una zona de Long Island, mirando desde su pobreza la lujosa mansión de Jay Gatsby.

Me parecía sentir el mar, ver resplandores sobre el agua, la casa profusamente iluminada, ruidosa, la torre bajo fina hiedra, la piscina de ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Como saben los buenos lectores, después de terminada la lectura de una novela, cerrar el libro es abrirlo de otra manera. Empiezan traslados físicos y geográficos, imaginaciones, virtualidades... Concluido El Gran Gatsby, me quedé un rato, y es una manera de hablar, el tiempo cuantificable no rige en estos trasiegos, sentado en el bungaló de madera de Nick, en una zona de Long Island, mirando desde su pobreza la lujosa mansión de Jay Gatsby.

Me parecía sentir el mar, ver resplandores sobre el agua, la casa profusamente iluminada, ruidosa, la torre bajo fina hiedra, la piscina de mármol, aquella mansión de nuevo rico ostentoso, imitación de un hotel normando, propiedad de un hombre enigmático. Volví la cabeza para encontrarme con Jay en una de esas fiestas fabulosas que duraban hasta el amanecer y a la que asistían cientos de personas que no estaban invitadas. Fui uno de los pocos invitados en aquella noche en que acompañando a Nick -pausado y modesto narrador del que conocemos tantas cosas desde el principio-, salimos del bungaló caminando para encontrarnos con Gatsby.

¿Por qué este personaje, lleno de misterios, realiza esta construcción? Para recuperar el amor de una mujer perdida

De él habíamos oído hablar con frecuencia: es el personaje al que precede el rumor. De él se habla, se cuentan anécdotas y quienes las cuentan lo hacen sin certidumbre. Ni Nick Carraway ni sus lectores podrían afirmar con seguridad algo sobre él, que no sea un conjunto contradictorio de noticias.

Esto forma parte de su atractivo: es inasible, no tiene pasado ni tendrá, al morir asesinado en la lujosa piscina en la que nadan sus visitas, más futuro que el de sus propios lectores.

Cuando apareció la novela en 1925, recibió Fitzgerald una carta de la novelista Edith Wharton, con una objeción interesante: "Para hacer a Gatsby realmente grande debía habernos dado su existencia anterior en vez de un breve resumen. Eso lo habría situado, y convertido su tragedia en una verdadera tragedia, no en una noticia del diario de la mañana". Por lo visto hay varios procedimientos útiles: Wharton construía sus personajes, como a Ethan Frome, sobreponiendo datos anteriores. Fitzgerald no hacía resúmenes, hacía síntesis. No acumulaba, trazaba como los pintores japoneses unas cuantas líneas significativas.

Ambigüedades múltiples han construido a Gatsby. Su retrato se realiza mediante una evocación, con economía y sentido de la forma. Nace como James Gatz y elige, al salir de la pobreza, llamarse Jay Gatsby. Aquella noche afirmó haber estudiado en Oxford, otras dijo ser sobrino de un káiser. Tal vez vivió como un joven rajá en las capitales de Europa. Sus enemigos dicen que ha matado a un hombre. En una sociedad de valores ilusorios, Gatsby se traza un pasado legendario. Cierto tono un tanto irónico, incluso cómico hay en la intención de Fitzgerald, pero sin restarle crédito a la leyenda de su héroe.

¿Por qué este personaje, lleno de misterios, realiza esta construcción? Podría decirse, él mismo lo dice, que para recuperar el amor juvenil de una mujer irremediablemente perdida. Ante Daisy no es James Gatz, al que ella amó, antes de casarse con el vástago de una familia de antiguos millonarios, es el personaje que él se ha creado: Jay Gatsby. El inglés rebuscado con el que habla, la biblioteca de libros sin abrir, sus trajes rosados, el brillo de su automóvil, la numerosa servidumbre, sus mentiras y tal vez verdades, su afán de inventarse una procedencia, su grotesca mansión y caóticas reuniones, este presente en apariencia luminoso, ha sido fabricado con la ilusión de rescatarla, de volver a tener a Daisy. Ella es la representación física, vestida de blanco, de un mundo que lo desprecia y considera ridículo. Él es un héroe romántico, semejante al Heathcliff de Cumbres Borrascosas, y que sin embargo se abre paso, como lo hicieron los demás, a sangre y fuego. Ésta es su mítica contradicción. Es el arquetipo universal del hombre abandonado que retorna para vengarse. Es decir, para entrar en la vida que le ha sido negada. Quiere una parte del poder y del placer. Los otros, establecidos antes que él llegara, invulnerables en su posición, esta vez le cierran las puertas y lo liquidan.

Archivado En