Necrológica:

El compromiso con el medio ambiente

Hace ahora algo más de un año, durante el acto de concesión a Artemio Precioso del Premio Nacional de Medio Ambiente, comprendí que Artemio había comenzado ya a alejarse de esta vida. Pero a pesar de esa evidente y creciente instancia, todavía pudimos disfrutar de sus palabras, de su mirada, de su presencia.

Artemio ha sido una persona de las que dejan huella: por la fortaleza de sus convicciones, por la profundidad de su inteligencia, por la bondad de su carácter. Oí hablar por primera vez de Artemio Precioso hace casi treinta años, cuando Artemio volvió a España después de su largo ex...

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Hace ahora algo más de un año, durante el acto de concesión a Artemio Precioso del Premio Nacional de Medio Ambiente, comprendí que Artemio había comenzado ya a alejarse de esta vida. Pero a pesar de esa evidente y creciente instancia, todavía pudimos disfrutar de sus palabras, de su mirada, de su presencia.

Artemio ha sido una persona de las que dejan huella: por la fortaleza de sus convicciones, por la profundidad de su inteligencia, por la bondad de su carácter. Oí hablar por primera vez de Artemio Precioso hace casi treinta años, cuando Artemio volvió a España después de su largo exilio, convirtiéndose pronto en una referencia del movimiento ecologista de nuestro país. De su ya rica biografía, me llamó entonces la atención su interés por el medio ambiente, dada su formación como economista y mi propia experiencia de aproximación a la ecología desde la economía.

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No podía imaginar, desde luego, que mucho tiempo después, a partir de mi nombramiento, en 1993, como secretaria de Estado de Medio Ambiente, iba a contar con el privilegio del apoyo y de la amistad de Artemio Precioso. Conservo con emoción todos sus mensajes de ánimo y de impulso de estos últimos 14 años, verdaderos acicates en mi tarea política, de la que Artemio comprendía bien la dificultad. Cuántas veces, en los momentos más complicados, me transmitía su visión de amplio alcance, su convencimiento de que -a pesar de todo- cada vez se incorporan más las exigencias ambientales en la inevitable racionalidad económica y en la búsqueda del verdadero bienestar individual y colectivo.

Artemio Precioso hizo de su defensa del medio ambiente la herramienta más potente de su compromiso con todos los hombres y mujeres del planeta. Ecologista a fuer de socialista, ha sido y será una figura destacada de los movimientos verdes de nuestro país, que él contribuyó a animar, apoyando incluso la formación de partidos ecologistas, impulsando plataformas como la de Ecofórum y, por supuesto, participando activamente en Greenpeace, organización de la que era presidente honorífico desde 2004.

Artemio Precioso no se resignó nunca ante el avance del consumismo desaforado y de los postulados neoliberales; no renunció nunca a la utopía como horizonte imprescindible para la transformación de la realidad. Y esa capacidad de imaginar un futuro mejor -una sociedad más justa, con un modo de vida más sostenible- le mantuvo extraordinariamente joven hasta el final de sus días, dispuesto, siempre, a descubrir un atisbo de luz, un motivo de esperanza, un pretexto para seguir confiando en el cambio hacia un nuevo paradigma... Esa actitud, positiva, rebelde y comprometida, es una de las lecciones más valiosas -debería decir más "preciosas"- que aprendí de Artemio, y que estoy segura de que ha transmitido a muchísimas otras personas a lo largo de su fértil existencia.

Y es que Artemio había heredado de su padre -escritor- el don de la palabra, que sabía utilizar para comunicar su pensamiento, con rigor y con pasión, a todo el que quisiera escucharle. Puedo imaginar el interés con el que seguían sus clases sus alumnos en la cátedra de Macroeconomía de la Universidad de Praga, donde ejerció varios años antes de su regreso a España.

Las duras condiciones en las que le tocó vivir, sobre todo durante sus años de exilio, no habían mermado ni un ápice su capacidad de disfrutar de los buenos momentos, de los afectos, de los amigos... Por eso, creo que debemos recordarle sin tristeza, compartiendo también ahora su pasión por la vida y la defensa de sus ideales que, ojalá, sean efectivamente cada vez más comprendidos y respetados. Estoy segura de que todos los que tuvimos la suerte de conocerle intentaremos honrar así su memoria.

Cristina Narbona es ministra de Medio Ambiente.

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