Cartas al director

Fraga

En la entrevista que el pasado domingo (12 de agosto) hizo María Antonia Iglesias a Manuel Fraga, ante la pregunta de si con la edad ha perdido agilidad, responde: "¡Bueno! Este año he matado el ciervo mayor de toda mi vida. Fue en la berrea de Burgos y era un bicho que dio 20 puntas y 217 puntos, lo que es una medalla de oro". Uno intuye las razones por las que dan ganas de no seguir leyendo; pero no es el momento de analizarlas. Vencemos una cierta repugnancia y seguimos adelante. Encontramos otra, llamémosla, curiosa expresión: "El señor Zapatero, que actúa por resentimiento personal". Apar...

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En la entrevista que el pasado domingo (12 de agosto) hizo María Antonia Iglesias a Manuel Fraga, ante la pregunta de si con la edad ha perdido agilidad, responde: "¡Bueno! Este año he matado el ciervo mayor de toda mi vida. Fue en la berrea de Burgos y era un bicho que dio 20 puntas y 217 puntos, lo que es una medalla de oro". Uno intuye las razones por las que dan ganas de no seguir leyendo; pero no es el momento de analizarlas. Vencemos una cierta repugnancia y seguimos adelante. Encontramos otra, llamémosla, curiosa expresión: "El señor Zapatero, que actúa por resentimiento personal". Aparte de la ligereza, condena, insulto, de la gratuita "sentencia", uno piensa también en la serie de frases parecidas o incluso peores que, con la misma libertad, y en el peor de los casos falsedad, podríamos poner sobre la cabeza del señor Fraga, siguiendo su ejemplo, su mal ejemplo.

De la misma manera que el experimentado político pontifica que, sobre la memoria de este país, hay que "olvidar, olvidar", uno podría pontificar, tal vez con más razón: "Recordar, recordar". Y, con menos arbitrariedad de la que el fondo neuronal, visceral, de su tradicional ideología le impulsa a pensar que "la Educación para la Ciudadanía está obligando a la objeción a muchas familias", otras personas opinan que no tiene razón en lo que dice: una manera interesada y falaz de confundir, ya que hablábamos de animales, las churras con las merinas.

Por no entrar en otras pontificaciones discutibles, uno acaba preguntándose si el fardar de matar ciervos y de que esa hazaña merezca medalla de oro, si el demonizar al prójimo, con una frivolidad y gravedad que, por desgracia, contagia a otros individuos propensos a este tipo de eliminaciones, si, tal como concluye la entrevista, todo "eso forma parte de mi sentido cristiano de las cosas".

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