Reportaje:TEATRO

El salto a la ópera

Bernard-Marie Koltès ha sido la gran figura del teatro francés de la década de los ochenta y se ha convertido luego en un autor traducido y representado en todo el mundo. Jean-Luc Lagarce está siguiendo el mismo camino, aunque él no conoció el éxito en vida. Los dos murieron jóvenes -41 años uno, 38 el otro, ambos a causa del sida- y los dos han renovado la escritura teatral a partir de una constatación: les iba la vida en ello. La tradición estructuralista aseguraba que el personaje carecía de interés, que contar historias era cosa de ingenuos y preocuparse por una hipotética relación entre l...

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Bernard-Marie Koltès ha sido la gran figura del teatro francés de la década de los ochenta y se ha convertido luego en un autor traducido y representado en todo el mundo. Jean-Luc Lagarce está siguiendo el mismo camino, aunque él no conoció el éxito en vida. Los dos murieron jóvenes -41 años uno, 38 el otro, ambos a causa del sida- y los dos han renovado la escritura teatral a partir de una constatación: les iba la vida en ello. La tradición estructuralista aseguraba que el personaje carecía de interés, que contar historias era cosa de ingenuos y preocuparse por una hipotética relación entre la literatura y el mundo o texto y autor eran comportamientos propios de un marxismo arqueológico o del academicismo más superado. Koltès y Lagarce escriben a partir de su experiencia vital y no quieren que su obra sea un mero juego formal, una combinatoria de palabras. Al mismo tiempo son modernos, han aprendido las lecciones de los clásicos y la de los contemporáneos. Lagarce, en concreto, se siente a gusto con una triple filiación: la tragedia griega, Chéjov, e Ionesco y Beckett.

En este año 2007 es el cincuentenario del nacimiento de Lagarce en Valentigney, un pueblo del noreste de Francia. Ese aniversario se celebra representando la práctica totalidad de las 20 obras de teatro que escribió. En Francia pero también en Brasil, Chile, Alemania, Argentina, Rusia, Congo, Estados Unidos, Siria, Reino Unido, Túnez, Portugal o España. En Madrid y Barcelona durante el mes de mayo el grupo Teatro del Astillero puso en pie Music Hall.

De entre todas las iniciativas

de este "año Lagarce" -es el contemporáneo que más se ha montado en Francia en las últimas tres temporadas y sólo superado por Shakespeare o Molière- puede que la más inesperada sea la protagonizada por el compositor Jacques Lenot, que ha convertido, en Ginebra, J'étais dans ma maison et j'attendais que la pluie vienne (1994) en una ópera. "La propuesta me vino del director del teatro, Jean-Marie Blanchard, que cuando se ocupaba de la ópera de Nancy ya me encargó convertir una pieza de Koltès en ópera. Lo hice pero nunca pudo representarse porque no obtuvimos el permiso del hermano del dramaturgo, que gestiona los derechos. Luego me hablaron de Lagarce, que no conocía y del que no he visto nada hasta después de terminar de escribir la música, a finales de 2003".

La obra reúne a cinco mujeres, cinco monólogos o diálogos de sordos, cinco discursos entorno a un ausente, el hijo, nieto o hermano, que está reposando en otra habitación. ¿Duerme o agoniza? "He concebido el todo en nueve escenas, tres de ellas con orquesta completa, cinco con formaciones de música de cámara y otra cantada a cappella" explica Lenot. "En mi cabeza son una única mujer que adopta distintos puntos de vista, que contempla su relación desde distintos ángulos. Es lógico y corresponde al tiempo de Lagarce, que tan pronto es pasado, presente o futuro, todos coexisten en el tiempo de escena".

La situación es muy parecida a la ya explorada por Lagarce en otras obras suyas como Derniers remords avant l'oubli (1987), Juste la fin du monde (1990), Retour à la citadelle (1984) o Le Pays lointain (1995), todas ellas marcadas por temas como la ausencia, el retorno, la espera y el luto. "En todas las obras de Lagarce hay un gran deseo de ser comprendido y perdonado", dice François Rancillac, que ha montado cuatro de sus textos. "¡Pero hay que seguir viviendo!", comenta Lenot refiriéndose a la última escena de su ópera, en la que la música sucede al canto, en forma de comentario. "Ellas han ido aceptando la idea de la muerte, de comenzar a vivir solas, la pequeña quizás marchando del pueblo, las otras dejando de competir por ser las preferidas".

La ópera se inscribe en la tradición de la música serial, no en vano Jacques Lenot se siente heredero de Stockhausen, Boulez o Donatoni, pero también del barroco luterano, de Schumann, Bartok o Debussy, así como del madrigalismo italiano.

Para más información sobre las actividades del año Lagarce consultar www.lagarce.net

Montaje de 'J'etais dans ma maison et j'attendais que la pluie vienne'.

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