Tribuna:MERCADO DEL ARTE

Final del trayecto

YA ES NUESTRA la Santa Rufina. La Fundación Focus Abengoa, en colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla, que ha puesto los cuadros de su propiedad a disposición para una futura Casa Velázquez y un centro de investigación en la sede de la fundación sevillana, la ha recuperado para España. Se acabaron ya los cabildeos y las sospechas de si era o no de Velázquez.

Ahora que el lienzo ha sido restaurado -ya está a salvo de cotizaciones- y que a cambio será patrimonializado por la ciudad de Sevilla, llega la hora de dar resumen de las razones que me hacen creer firmemente en la autor...

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YA ES NUESTRA la Santa Rufina. La Fundación Focus Abengoa, en colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla, que ha puesto los cuadros de su propiedad a disposición para una futura Casa Velázquez y un centro de investigación en la sede de la fundación sevillana, la ha recuperado para España. Se acabaron ya los cabildeos y las sospechas de si era o no de Velázquez.

Ahora que el lienzo ha sido restaurado -ya está a salvo de cotizaciones- y que a cambio será patrimonializado por la ciudad de Sevilla, llega la hora de dar resumen de las razones que me hacen creer firmemente en la autoría de Velázquez.

Primero, la técnica. Como escribí en 1999: "Técnica, preparación y ductus son con toda evidencia los del maestro en un periodo de transformación de su técnica sevillana al contacto con lo que Madrid y sus colecciones le ofrecían, lo que explica la vacilación en situarlo antes o después del viaje romano de 1630 o 1631".

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Después de la restauración, se ha acusado más el dibujo prieto y una mayor densidad de pasta en pormenores como la soberbia palma y las tazas blancas que evocan, todavía, la maravillosa maestría de los bodegones sevillanos. Pero incluso el modelo femenino del retrato de la niña encuentra una relación directa con las figuras de santas que aparecen en la parte superior de La imposición de la casulla a san Ildefonso, pintada por Velázquez entre 1622 y 1623, antes de abandonar Sevilla para instalarse en la corte. Además, lo más sorprendente es que al eliminar la capa gruesa de los barnices amarillentos, se ha encontrado la huella de la limpieza del pincel en la parte derecha del lienzo. Velázquez solía limpiar los pinceles al descuido, confiado en que los cubriría la pintura del fondo. Y como ésta es muy ligera, a poco que se apure la limpieza quedan descubiertas. Así se advierte en el Retrato del Infante don Carlos del Museo del Prado y en otras telas del momento, lo que me hace pensar en la fecha de 1628-1629, años en los que también pintó la Sibila del Prado, cuya cabellera sedosa y moño son enteramente identificables en la Santa Rufina.

Segundo: el atento estudio científico y técnico, así como histórico, al que ha sido sometido el lienzo y las opiniones y estudios concluyentes por parte de Peter Cherry y los técnicos de Carmen Garrido, una de las máximas autoridades sobre la técnica de Velázquez, avalan totalmente la paternidad del lienzo. Pero todo esto quedará definitivamente zanjado en un ámbito estrictamente científico, que será el Simposio Internacional que se celebrará en Sevilla y al que serán invitadas todas las autoridades en la obra del pintor sevillano para que de una vez por todas se den las razones por las que Velázquez pintó esta obra que termina su viaje en la ciudad de quien lo pintó.

Alfonso E. Pérez Sánchez es director honorario del Prado y académico de la Historia.

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