Tribuna:DESDE MI SILLÓN | TOUR 2007

Distorsión

Los que saben de esas cosas, por ejemplo lo personajes públicos que viven de su imagen, dicen que la televisión engorda. Dicen que en el paso de la tridimensionalidad en la que todos vivimos, a la imagen que vemos en dos dimensiones en la pantalla, se gana anchura.

No creo yo que esto plantee un problema para mis compañeros, de cadera estrecha en su mayoría por cierto. Creo que tienen mayores preocupaciones en un pelotón lanzado que el pensar si se les ve más o menos gordos cuando les enfoca la cámara.

O sea que lo que vemos desde casa es lo que ocurre, pero estirado hacia los la...

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Los que saben de esas cosas, por ejemplo lo personajes públicos que viven de su imagen, dicen que la televisión engorda. Dicen que en el paso de la tridimensionalidad en la que todos vivimos, a la imagen que vemos en dos dimensiones en la pantalla, se gana anchura.

No creo yo que esto plantee un problema para mis compañeros, de cadera estrecha en su mayoría por cierto. Creo que tienen mayores preocupaciones en un pelotón lanzado que el pensar si se les ve más o menos gordos cuando les enfoca la cámara.

O sea que lo que vemos desde casa es lo que ocurre, pero estirado hacia los lados, podemos concluir. Pero en el caso concreto de los sprints en el ciclismo, hay muchas más cosas que vemos distorsionadas. Creo que en realidad nunca podremos ver todo lo que sucede, por mucho que la imagen nos los muestre. Y creo que es algo más que un problema de capacidad cognitiva, que también: pasan tantas cosas en los últimos 1.000 metros y en tan poco tiempo (menos de un minuto), que por mucho que las cámaras enfoquen hacia todos los lados, nunca tendremos ojos suficientes como para ver todos los movimientos. Por eso una vez que termina la etapa, yo estoy ansioso por ver las repeticiones. Desde otros ángulos, como la toma cenital a vista de pájaro que es donde mejor se observa la aceleración de cada uno. Una y otra vez, fijándome en la cascada acción-reacción que provoca el más leve movimiento de uno de ellos. Cómo progresan los trenes de algunos equipos, los bandazos, quién apura más la frenada, cómo se aparta el último lanzador o en qué momento comienza a abrir gas el ganador de la etapa.

Yo, que he estado metido por ahí en otras ocasiones, puedo asegurar que sufro aún más desde casa. No físicamente, porque en casa no se me altera el pulso hasta los 200 latidos, pero sí de los nervios. Allí en el medio, con la adrenalina hasta las cejas se ven las cosas muy diferentes. Hay más peligro, es cierto, pero estás alerta, y reaccionas por instinto a cualquier movimiento que se salga de lo habitual.

Y una vez que termina el sprint, si tienes ocasión de verlo por televisión, caes en la cuenta de todo lo que no se ve. Lo tienes fresco, lo acabas de experimentar en tu piel, pero nada de todo eso se ve en la pantalla. Cada uno ha vivido un sprint diferente; y lo que ven los telespectadores es en rigor, una suma de todos ellos, pero ninguno de ellos en concreto.

Esa es la distorsión, y no la anchura. O quizá la anchura también, pero como no tengo ojos para todo, nunca me acuerdo de fijarme en ese detalle.

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