Reportaje:

Riquelme, genial y en venta

El argentino gana la Libertadores marcando dos goles para el Boca, donde está cedido por el Villarreal, que quiere traspasarle

Primero congeló la bulliciosa caldera del estadio Olímpico de Porto Alegre cuidando la pelota con toques cortos, precisos y adecuados. Después, con la hoja de ruta del partido bajo el brazo y sin que le intimidara patada alguna, se decidió a tirar de repertorio. Mediada la segunda parte recibió un balón en el pico del área y se giró fijando la mirada en la escuadra más lejana de la portería rival. Allí mandó la pelota con un soberbio derechazo. Una belleza de gol. Pero su inventario no terminó en ese disparo. Hizo pasar de largo a sus rivales con sus frenadas y arrancadas. Y pilotó el último c...

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Primero congeló la bulliciosa caldera del estadio Olímpico de Porto Alegre cuidando la pelota con toques cortos, precisos y adecuados. Después, con la hoja de ruta del partido bajo el brazo y sin que le intimidara patada alguna, se decidió a tirar de repertorio. Mediada la segunda parte recibió un balón en el pico del área y se giró fijando la mirada en la escuadra más lejana de la portería rival. Allí mandó la pelota con un soberbio derechazo. Una belleza de gol. Pero su inventario no terminó en ese disparo. Hizo pasar de largo a sus rivales con sus frenadas y arrancadas. Y pilotó el último contragolpe de su equipo para marcar el segundo tanto de Boca Juniors tras aprovechar un despeje del portero rival. Gremio, 0; Riquelme, 2.

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Quince minutos después los jugadores del Boca levantaban la sexta Copa Libertadores del club entre obscenos cánticos destinados a sus vecinos de River Plate. En la última década no se recuerda una actuación tan desequilibrante como la del 10 xeneize. Riquelme llegó al Boca cedido por el Villarreal el pasado mes de febrero. El club estaba en fase depresiva: había cedido ante el Estudiantes el título de campeón argentino.

El centrocampista había tensado demasiado la cuerda de su relación con el técnico Manuel Pellegrini y el presidente Fernando Roig en el Villarreal. Salió de El Madrigal con rumbo a su Buenos Aires querido. Mauricio Macri, presidente de Boca, todavía recuerda cómo le temblaba el pulso al firmar un acuerdo de cesión improrrogable por apenas cuatro meses y un coste de dos millones de dólares. En un Boca de fútbol espeso, Riquelme ha aportado en la Libertadores inteligencia y claridad. También ha sido su mejor artillero: se destapó con ocho goles, siete de ellos decisivos, marcados en todas y cada una de las eliminatorias de ida y vuelta. Desde octavos hasta la gran final, en la que le hizo un gol al Gremio en el partido de ida (Boca ganó 3-0 en La Bombonera) y dos en el de vuelta, en Porto Alegre. Con un catálogo de remates que incluyen un gol marcado desde el corner, varios goles de falta y el omnipresente aderezo de sus asistencias, Riquelme se consagró como el mejor del torneo.

De su futuro en el Villarreal se sabe que Pellegrini piensa que el equipo "ya sabe jugar y ganar sin él". Y que José Manuel Llaneza, consejero delegado del club, dijo que "se le busca la mejor salida". Ayer Maradona, que tiene a Riquelme en un pedestal, le aconsejaba que se quedara en Boca para siempre, y que si eso no era posible fichara por el Nápoles, recién ascendido a la Serie A italiana. No fue el único guiño de reconocimiento. Se había retirado voluntariamente de la selección argumentando. Hace una semana Riquelme pronunció una frase muy esperada: "Cada vez que veo a la selección me dan ganas de estar". Y Alfio Basile, el seleccionador, le incluyó ayer entre los convocados que disputarán la Copa América a partir del martes en Venezuela. Tras beberse la Copa Libertadores, el 10 quiere seguir brindando.

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