Análisis:A LA PARRILLA

Periodistas

Terminó la Liga de fútbol apurando la incertidumbre. Tantos giros ha dado que en Canal +, donde se veía el Real Madrid-Mallorca, a cinco minutos del final tenían la prudencia de hablar de la probable victoria del equipo blanco. En TV-3, Laporta felicitaba al campeón. Hubo cadenas muy futboleras (La Sexta, el ruidoso rondo de La 2) y otras muy poco. En Localia, el directo desde Cibeles iba con el icono de mayores de 18 años, señal de que fue una noche de emociones fuertes para los amigos del fútbol.

La jornada televisiva había empezado en la madrugada de La 2 lejos del fútbol pero no de ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Terminó la Liga de fútbol apurando la incertidumbre. Tantos giros ha dado que en Canal +, donde se veía el Real Madrid-Mallorca, a cinco minutos del final tenían la prudencia de hablar de la probable victoria del equipo blanco. En TV-3, Laporta felicitaba al campeón. Hubo cadenas muy futboleras (La Sexta, el ruidoso rondo de La 2) y otras muy poco. En Localia, el directo desde Cibeles iba con el icono de mayores de 18 años, señal de que fue una noche de emociones fuertes para los amigos del fútbol.

La jornada televisiva había empezado en la madrugada de La 2 lejos del fútbol pero no de los periodistas. La noche temática incluyó un reportaje sobre la administración de las fuentes y el colofón fue el filme Todos los hombres del presidente. El reportaje es al principio una necrológica de la prensa que pinta el filme de Pakula, de 1976. Treinta años después de aquel periodismo persistente en la persecución del dato, riguroso en la administración de los chivatazos, el documental habla de una prensa "vendida, manipulada, engañada" por la Casa Blanca. El propio Woodward, uno de los héroes del Watergate, admite en el reportaje que "nos equivocamos" dando crédito a Bush y sus mentiras sobre las armas de destrucción iraquíes. Un declive en la imagen de la profesión que el cine ha reflejado. Por ejemplo, los personajes de Woodward y Berstein reaparecerán en una ramplona -basta con escuchar las bromitas sobre el apelativo de la fuente, Deep Throat- comedieta de 1999 (Aventuras en la Casa Blanca) como unos envidiosos y poco eficientes sujetos. ¿Los periodistas se han vuelto más crédulos o hay más inteligencia en el engaño por parte de quien puede pagarlo? El reportaje termina, enmarañado en una crónica jurisprudencial sobre el derecho a proteger una fuente, sin aclarar su opinión sobre el futuro vigor de la profesión. En cualquier caso, como teoriza una bellísima miniatura de Basilio Martín Patino, La seducción del caos (1991), "nada sigue siendo tan engañoso como las evidencias". Que no ganen las falsas evidencias, por pereza o miedo, es la gran tarea del periodismo.

Archivado En