Cofrades a la carrera
Vivimos en el mundo de la tecnología más alucinante, de las autopistas de la información. Me puedo comunicar milagrosamente con alguien que está en África o en Estados Unidos o en el punto más lejano de la tierra mediante Internet. El hombre ha pisado la Luna, de eso hace ya un rato. El mundo está globalizado, los satélites de comunicación nos tienen al tanto de lo que ocurre al momento en el punto más recóndito del planeta. Nacen dos niños unidos por las cabezas y un equipo de cirujanos es capaz de separarlos y que ambos vivan.
Estamos en Semana Santa. Año tras año es noticia en los te...
Vivimos en el mundo de la tecnología más alucinante, de las autopistas de la información. Me puedo comunicar milagrosamente con alguien que está en África o en Estados Unidos o en el punto más lejano de la tierra mediante Internet. El hombre ha pisado la Luna, de eso hace ya un rato. El mundo está globalizado, los satélites de comunicación nos tienen al tanto de lo que ocurre al momento en el punto más recóndito del planeta. Nacen dos niños unidos por las cabezas y un equipo de cirujanos es capaz de separarlos y que ambos vivan.
Estamos en Semana Santa. Año tras año es noticia en los telediarios las caras llorosas de los cofrades. El agua hace imposible que procesione su hermandad.
¿Cómo es posible que en este mundo tan superfantástico que vivimos no haya alguien que invente alguna especie de toldo para preservar las imágenes de la lluvia, o se cubran de algún tipo de acristalamiento de metacrilato para que las imágenes puedan salir, y lucir al mismo tiempo, a la calle sin que se mojen aunque caigan chuzos de punta? ¿No se inventó el paraguas? A lo mejor por este caminito está la solución a tanto drama íntimo y devoto.