Columna

Criterios adánicos

La lectura de la obra del semiólogo Umberto Eco debería ser obligatoria para todos los que se dedican al tragicómico oficio de la cosa pública, aunque sólo fuera para que apreciaran el valor del signo, el significado, la metáfora, el símbolo y el código. Conceptos todos ellos que necesitan ser tratados por separado pero que, por vanidad política, han acabado en la suma de lo que Joaquín Leguina denomina "criterios adánicos", que no es sino una fórmula para reinventarse la historia, como si todo hubiera empezado el día que el político de turno llegó al poder.

Y ahí están reinventándose l...

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La lectura de la obra del semiólogo Umberto Eco debería ser obligatoria para todos los que se dedican al tragicómico oficio de la cosa pública, aunque sólo fuera para que apreciaran el valor del signo, el significado, la metáfora, el símbolo y el código. Conceptos todos ellos que necesitan ser tratados por separado pero que, por vanidad política, han acabado en la suma de lo que Joaquín Leguina denomina "criterios adánicos", que no es sino una fórmula para reinventarse la historia, como si todo hubiera empezado el día que el político de turno llegó al poder.

Y ahí están reinventándose la historia de Navarra, el truco de las manifestaciones multitudinarias, la ecuación autonómica, el establecimiento del estado federal y republicano que mantienen los partidos del "Compromis..." para amargarle la vida a Joan Ignasi Pla o el desafuero por construir viviendas dignas. De repente los problemas básicos de esta nación de naciones, que son inmigración, seguridad ciudadana y empleo, a decir de todo dios menor, son sustituidos por un rosario de cuestiones que tienen como máximo mérito demostrar el protagonismo que los políticos de turno tienen ante la historia. ¿Quién iba a decirle al PSPV-PSOE que un día abandonaría el parlamento valenciano por una disputa sobre la huelga de hambre del aspirante a jefe de ETA? No conocen el valor de los signos.

El "adanismo", una tendencia a despreciar las experiencias históricas, se ha convertido en un criterio que abre la brecha social y política que se cerró en la transición. Las espadas quedaron envainadas y nadie recordaba siquiera el artículo cuarto de la Disposición Transitoria de la Constitución que dice aquello de "En caso de Navarra y a efectos de su incorporación al Consejo General Vasco..." Bueno, lo recordaban Otegui y alguien más, pero no pasaba por la mente de los llamados a la responsabilidad de gobernar. ¿Para qué si todo funcionaba bien? Pues ahora ahí está el invento, como si el texto de la Constitución fuera una cosa de los Reyes Católicos, escrita a mano en Santo Domingo de Silos.

De repente todos los estatutos han vuelto a reinventarse las competencias y las transferencias, hasta el extremo de convertir en un sudoku la tarea del ministro Pedro Solbes. Los estatutos aseguran las inversiones del Estado en sus respectivas demarcaciones territoriales, adoptando la fórmula de "el que mes xiule, capaor". Pero nadie blinda los presupuestos del Estado para sus propias competencias. ¿Quién es entonces el Estado? Están marcadas las competencias nacionales, pero nadie sabe cuáles son y cómo se pagarán las estatales. Ahí sí que hace falta un ¡Viva España!

No hay problema. Lo importante es que quede políticamente correcto. Como correcta le quedó al PP la manifestación del sábado en Madrid. ¡Toma leña Zapatero! Unos "adanes" estrategas magníficos estos jóvenes de la derecha. ¿Alguien del PP ha pensado el porcentaje de movilización del voto de la izquierda que suma el PSOE cada cien mil manifestantes más por la derecha? No pasa nada: acaban de inventarse la política. Consiguieron la manifestación de adictos más grande de España y, a cambio, la izquierda sumará miles de votos nuevos a sus arcas del 27 de mayo. ¿O es que en el PP no se han dado cuenta que ayer era el aniversario del 11-M? Hay que saber entender el valor de los símbolos para despertar la conciencia durmiente.

Ya dice Francisco Sosa en el Estado Fragmentado, con prólogo del ya citado Joaquín Leguina, que los hombres "son capaces de quemar palacios tan solo por calentarse las manos". El Adán que puso la primera piedra en la carrera por prometer VPO a diestro y siniestro nunca pensó que dos tercios de los valencianos pagamos una hipoteca sobre valores actuales y con afán de recuperar el activo financiero cuando nos venga en gana. ¿Qué harán el día que la demanda quede saturada por la oferta? ¿Qué pasará cuando no haya mercado para la vivienda de segunda mano? ¿Quién paga la quiebra sectorial y el paro consiguiente? No hay respuesta. Los adanes no saben ni contestan. Van a lo suyo. Por eso, al final, fueron arrojados del paraíso.

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