Análisis:LÍNEA DE FONDO

Motos y pilotos

Ya están aquí los chicos de la gasolina. Antes de saltar sobre la moto se han puesto la armadura reglamentaria, un laberinto de hombreras, topes y otros refuerzos de plástico que encajan en los salientes del cuerpo como un segundo espinazo. Cuando se ajustan el mono, la joroba de espuma que llevan sobre las cervicales para mejorar el perfil aerodinámico descompone definitivamente sus figuras. Bajo la tensión del cuero, los pilotos ya no tienen el aire desenvuelto con que llegaron al circuito; se inclinan y bracean trabajosamente, como reptiles amodorrados por el frío. Durante un segundo los se...

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Ya están aquí los chicos de la gasolina. Antes de saltar sobre la moto se han puesto la armadura reglamentaria, un laberinto de hombreras, topes y otros refuerzos de plástico que encajan en los salientes del cuerpo como un segundo espinazo. Cuando se ajustan el mono, la joroba de espuma que llevan sobre las cervicales para mejorar el perfil aerodinámico descompone definitivamente sus figuras. Bajo la tensión del cuero, los pilotos ya no tienen el aire desenvuelto con que llegaron al circuito; se inclinan y bracean trabajosamente, como reptiles amodorrados por el frío. Durante un segundo los seres más rápidos del mundo nos hacen pensar en un desfile de tortugas.

En el cuadro del Campeonato, los españoles componen una llamativa galería de estilos y personalidades. Como siempre, Dani Pedrosa es el más reservado: con su invariable gesto de preocupación parece más que nunca un abuelo de veintiún años. Aunque no es sencillo explicar esa madurez tan particular, puede que las cicatrices de Alberto Puig, su valedor y maestro, le revelaran muy pronto la auténtica naturaleza de la profesión. Si Alberto hizo la mitad de su carrera en los circuitos y la otra mitad en los quirófanos, él ya sabe por experiencia propia que una parte de la historia de los campeones se escribe con cloroformo.

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Quizá por eso sea hoy un tipo milimétrico, un equilibrista más preocupado por encontrar la línea de trazada, es decir, la médula del circuito, que por llevar el motor hasta el límite. Su facilidad para buscar los códigos profundos de la pista y su obsesión por preferir el ritmo al empuje lo han transformado en el patrón de la puntualidad: es una especie de piloto monorraíl que gana tiempo por el sencillo procedimiento de no perderlo. Y todo el mundo dice que ya es el hombre GP.

Por un camino diferente, su compañero Álvaro Bautista representa el mismo modelo. Cuando muchos pensaban que había perdido el paso, Jorge Martínez Aspar revisó su propia vida profesional y se dijo que aquel chico mantenía intactos el potencial y la sonrisa: sin duda merecía una nueva oportunidad. Luego, Álvaro demostró que, como Dani, corría de memoria. Saltó sobre la moto de 125, hundió la cabeza en la horquilla y pasó por los circuitos con la seguridad de un cartero.

Ahora competirá en 250 con Jorge Lorenzo, ese discípulo de Valentino Rossi que pretende convertirse en un héroe de cómic. Cuando le vemos aparecer en el podio, sudado como un cowboy, con las pegatinas sueltas y el flequillo estampado en la frente, sabemos que, como de costumbre, ha vivido en una viñeta y ha convertido la carrera en una aventura.

Sin perjuicio de Tony Elías, Barberá, Faubel y demás candidatos, Dani, Álvaro y Jorge vuelven a encabezar el cartel. Serán de nuevo nuestra montaña rusa.

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