Fútbol | 23ª jornada de Liga

Un gesto de grandeza

A la cólera de Eto'o, puesto en pie el martes entre un grupo de niños espantados y apuntando con el dedo a cuantos enemigos se escondían detrás de la maleza, respondió ayer Rijkaard con un discurso meloso, por no decir musical o poético, hasta cierto punto relajante, silenciosamente disuasorio. La palabra del entrenador no admitía repreguntas por definitiva frente al grito del ariete que se repite cada partido en que la pelota se niega a entrar en la portería contraria.

En un club esquizofrénico, donde es fácil prender la mecha, como se ha constatado durante la semana cuando la desgarra...

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A la cólera de Eto'o, puesto en pie el martes entre un grupo de niños espantados y apuntando con el dedo a cuantos enemigos se escondían detrás de la maleza, respondió ayer Rijkaard con un discurso meloso, por no decir musical o poético, hasta cierto punto relajante, silenciosamente disuasorio. La palabra del entrenador no admitía repreguntas por definitiva frente al grito del ariete que se repite cada partido en que la pelota se niega a entrar en la portería contraria.

En un club esquizofrénico, donde es fácil prender la mecha, como se ha constatado durante la semana cuando la desgarradora denuncia de Eto'o se ha utilizado para chequear a los distintos estamentos del Barça, el mejor antídoto es la serenidad del entrenador, la persona que disimuladamente exteriorizó el conflicto con la denuncia de que Eto'o se había negado a salir al campo y el mismo que ha cerrado el contencioso con el anuncio de que ha decidido seguir la próxima temporada.

Rijkaard nunca hace las cosas porque sí, e incluso se dirá que Eto'o ha sido utilizado por unos y otros, para airear el vestuario, motivar al equipo y dibujar el futuro a corto plazo. Ya ocurrió de alguna manera con la salida de Rosell. El proceder de Rijkaard admite distintas interpretaciones. La mayoría, sin embargo, coinciden en que actúa por el bien de la entidad y no por interés personal. Ayer se constató de nuevo que tiene sentido de equipo y de club. Así que al Barça parece convenirle Rijkaard, o al menos es un valor que no debería perder, por más vulnerable que le vean sus detractores en el campo, escenario, al fin y al cabo, en que ningún entrenador puede exhibir un certificado de garantía.

La noticia de que continúa Rijkaard llega en el momento más oportuno ante el exigente calendario que le aguarda al Barça y frente al desgaste institucional que ha sufrido la figura del presidente. Rijkaard no se olvida que Laporta fue su único valedor en los momentos de duda, nada más llegar al Camp Nou, de manera que ahora le devuelve el favor, o expresa al menos su gratitud, con un gesto de grandeza que reafirma a la máxima autoridad. Aunque se podrá discutir sobre la necesidad de renovar la plantilla, resulta indiscutible que se mantiene el proyecto de Laporta.

Justo cuando podía tomar las de Villadiego porque pintan bastos, el entrenador expresa su disposición a dirigir el cambio de ciclo, sin traumas ni políticas apocalípticas, sino a partir de su extraordinaria personalidad y credibilidad. Rijkaaard se ha ganado a los directivos y a los futbolistas porque ha sido respetuoso con la jerarquía del club y del vestuario. Aunque nunca presumió de armar un equipo de autor, el Barça juega al fútbol desde hace un tiempo de manera singular y única, tan moderna como respetuosa con la tradición azulgrana, esclava del buen gusto.

Independientemente de las figuras que vayan y vengan, el Barça se asegura de momento la continudad del estilo Rijkaard. Frente al parque automovilístico que reúnen los mejores futbolistas del mundo, como Eto'o, se impone la elegancia y suavidad de un Rollys Royce: Frank Rijkaard.

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