Reportaje:

El general eléctrico

La Casa de América expone neveras de los cincuenta transformadas por artistas cubanos

Mayito está sentado en el Malecón habanero, pero donde debería estar el Atlántico, está el paseo de Recoletos. Poco importa, porque este malecón es una nevera. También es una obra de arte del propio Mayito (Mario Miguel González) expuesta en los jardines de la Casa de América (www.casamerica.es).

Al gigantesco electrodoméstico, pintado de color cemento, le sale un trozo de muro de cada lado. "Con tanto calor como hace en La Habana", dice el artista, "qué bueno sería que, en cada esquina, el murito escondiese un refrigerador con cerveza fría".

La obra forma parte de la expo...

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Mayito está sentado en el Malecón habanero, pero donde debería estar el Atlántico, está el paseo de Recoletos. Poco importa, porque este malecón es una nevera. También es una obra de arte del propio Mayito (Mario Miguel González) expuesta en los jardines de la Casa de América (www.casamerica.es).

Al gigantesco electrodoméstico, pintado de color cemento, le sale un trozo de muro de cada lado. "Con tanto calor como hace en La Habana", dice el artista, "qué bueno sería que, en cada esquina, el murito escondiese un refrigerador con cerveza fría".

La obra forma parte de la exposición Monstruos devoradores de energía (irónicamente patrocinada por Unión Fenosa), que recoge hasta el 8 de abril medio centenar de neveras norteamericanas de los años cincuenta transformadas por artistas cubanos. Los electrodomésticos de Westinghouse, Frigidaire. General Electric o Kelvinator son ahora confesionarios, rascacielos, coches, caballos de Troya, esculturas fantásticas o lienzos surrealistas.

Hacen ruido, huelen raro y tienen achaques, pero la mayoría sigue funcionando

La de Alexis Leyva Machado Kcho, tiene una veintena de remos clavados que recuerda a los balseros, la de Nelson Domínguez emula un enorme fardo de tabaco con un gigantesco taburete encima como en el que usan los guajiros para liar puros. Entre los artistas, Eduardo Roca Choco, Roberto Fabelo o Jorge Perugorría, que ha convertido en un ataúd el refrigerador de su personaje en la película Fresa y Chocolate.

Cada aparato pesa entre 50 y 150 kilos. Han cruzado el Atlántico en barco, durante dos semanas y media, en dos contenedores de 12 metros y otro de seis. Iban dentro de cajas con la leyenda "Frágil, producto de Cuba" fabricadas por los propios artistas. Hacen ruido, huelen raro y tienen achaques, pero la mayoría siguen funcionando tras más de medio siglo guardando comida en hogares cubanos. Sus puertas curvas y sus tiradores dan testimonio de otra época. No controlan electrónicamente la escarcha; su encanto es otro.

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"Son un símbolo, llevan tanto tiempo en las casas que la gente las considera uno más de la familia", dice Mayito, que concibió la exposición colectiva (presentada el año pasado durante la Bienal de La Habana) cuando Fabelo garabateó el refrigerador de su estudio. Entonces se pusieron a buscar neveras para entregárselas a pintores, fotógrafos y escultores. Muchas se las regalaron, otras las compraron por casi nada, para estándares europeos.

En la exposición hay neveras románticas, poéticas, siniestras y políticas. Pero todas tienen un toque de ironía. En El general eléctrico, el artista ha forrado un refrigerador de la General Electric de verde militar y le ha colgado unas medallas; una de ellas, a la resistencia, es, literalmente, una resistencia eléctrica.

En Tome Tropicola, se ha conservado intacta una máquina de Coca-Cola de antes del embargo y la guerra fría, pero en el cacharro esconde en las tripas el refresco nacional caribeño no el del imperialismo yanqui.

Miguel Ángel Leiva ha transformado su nevera en una réplica en fibra de vidrio de una lata de Cristal, la cerveza nacional cubana. Es difícil imaginar que antes fuese un trasto. "Yo quería esconder el refrigerador", dice el diseñador, contra la idealización romántica de aquellos cacharros. "Para nosotros no son tan especiales, llevas toda la vida viéndolos y se estropean constantemente".

El escultor Osneldo García ha titulado su nevera-fuente María llena eres de gracia. En la puerta hay una mujer esculpida. Al apretar los pezones y el ombligo, sale vino blanco del sexo. "Mi obra es erótica y cinética", dice el artista, de 75 años. "La mujer es una diosa, puede parir todas las cosas buenas. Mi María es muy graciosa. A los niños les encanta", añade.Fascina de estas obras el ingenio que encierran, gracias al cual han sobrevivido medio siglo, y que surge de la necesidad y del sentido del humor de una isla en la que, según sus habitantes, viven 12 millones de ingenieros.

Un aspecto de la exposición instalada en la Casa de América.LUIS MAGÁN

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