Necrológica:

Giancarlo Menotti, compositor

Creó la primera ópera escrita para la televisión

Giancarlo Menotti nació en Cadegliano, Italia, el 7 de junio de 1911. Estudió piano y composición en Milán y Filadelfia, en cuyo Curtis Institute dio clases antes de fundar, en 1958, el Festival de los dos Mundos en Spoletto (Italia). Su obra como compositor se desarrolló fundamentalmente en el terreno de la ópera, al que aportó, igualmente, unos cuantos libretos y en el que destacó también como director de escena. Murió en Montecarlo el día 1 de febrero.

Con Giancarlo Menotti desaparece uno de los compositores del siglo XX que más entendieron la música en general y la ópera en particul...

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Giancarlo Menotti nació en Cadegliano, Italia, el 7 de junio de 1911. Estudió piano y composición en Milán y Filadelfia, en cuyo Curtis Institute dio clases antes de fundar, en 1958, el Festival de los dos Mundos en Spoletto (Italia). Su obra como compositor se desarrolló fundamentalmente en el terreno de la ópera, al que aportó, igualmente, unos cuantos libretos y en el que destacó también como director de escena. Murió en Montecarlo el día 1 de febrero.

Con Giancarlo Menotti desaparece uno de los compositores del siglo XX que más entendieron la música en general y la ópera en particular como una posibilidad de comunicación entre el creador y el espectador. Educado en los fundamentos tradicionales, lejos de cualquier veleidad transgresora pero profundamente eficaz en sus planteamientos, el crítico Fedele D'Amico ha visto en él "alguien más interesado en una suerte de periodismo en el mejor sentido que en el sustrato poético que pudiera deducirse de su trabajo como compositor o como libretista". Ello quizá desmiente, pero sólo en parte, la realidad incuestionable de la influencia recibida de Samuel Barber, el compositor americano que asociamos, justamente, a un sentimiento poético que, sin embargo, se liga igualmente a una cierta cotidianeidad. Barber fue en cierto modo el mentor de Menotti y quien le ayudó a situarse como una figura de evidente importancia, es verdad que nunca suficientemente respetada por quienes representaban opciones estéticas diferentes de la suya, siempre un poco intemporal en la forma por más que insertada en un mundo que reclamaba en todo momento su propio presente.

Aunque daba la sensación de que su obra estaba pasando por un cierto purgatorio, a pesar del reasentamiento que, después de la dictadura de las vanguardias, afectara positivamente a corrientes estéticas como la suya, la continuidad del Festival de Spoletto mantenía su presencia suficientemente activa en la memoria de los aficionados. Una memoria que nos lleva hasta La médium, la primera de las 19 óperas que compuso, estrenada en 1946 y que vería días de gloria, como algunas de las siguientes, por ejemplo las igualmente muy celebradas en su tiempo El teléfono (1947), El cónsul (1950) y Amahl y los visitantes nocturnos, la primera escrita expresamente para la televisión y que habría de tener una larga y provechosa carrera en muchos teatros y que sigue representándose de cuando en cuando. También para el mismo medio escribiría Laberinto (1963). Después vendrían La santa de Bleecker Street (1954), Help, Help, the Globolinks! (1968), una ópera para niños, El hombre más importante del mundo (1970) y El héroe (1976). Los años no disminuyeron ni su capacidad creadora ni su sentido de la oportunidad. Así llegarían, en 1986, Goya, escrita expresamente para Plácido Domingo y La boda, compuesta con ocasión de los Juegos Olímpicos de Seúl, dos años después. Como libretista, además de para sí mismo, trabajó para Samuel Barber -Vanessa y Una mano de bridge- y para Lukas Foss Presentaciones y adioses. Como director de escena fue un artesano conservador, eficaz y práctico. Su obra no específicamente operística le dio triunfos como la cantata La muerte del obispo de Brindisi (1963) o los Cantos de la lejanía (1967). La voz era su mejor punto de partida como autor pero también escribió para la orquesta, a veces para alguna ocasión muy especial, como sucede con su sinfonía dedicada al segundo centenario de la independencia de Estados Unidos.

Su carácter como autor operístico -que bebía, sobre todo al principio, de las fuentes de Puccini-, venía dado, además de por lo convencional de su estilo, por la importancia dada a la continuidad dramática sobre los grandes momentos, predominando siempre una cierta narratividad por encima de las arias para lucimiento de los cantantes. John Vinton ha hablado de su forma especial de trasladar a la escena los problemas del hombre de la calle, la experiencia inmediata que puede ser comprendida por el oyente que se ve reflejado en ellas sin recurrir a distanciamiento alguno. La muerte -"tranquila y sin dolor", como ha manifestado su hijo adoptivo Francis- se lleva a quien fuera un fenómeno fulgurante en su aparición pero que deberá esperar a que sea el tiempo quien, a veces demasiado cruel, ponga en su sitio lo que fue una inspiración de buena ley y, sobre todo, una manifestación de libertad creadora por encima de modas y maneras.

Giancarlo Menotti.ASSOCIATED PRESS

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