Columna

Los amigos

Los amigos se reúnen en torno a la mesa después de Año Nuevo y de la bomba. Se reúnen con la incomparable disposición de los españoles a comer y a quitarse la palabra de la boca. Se habla un buen rato, como es costumbre, de comida: el español es ese individuo que mientras disfruta de los manjares presentes siente la necesidad irreprimible de describir comilonas pasadas, de soñar con comilonas futuras. Se habla de comer mientras se come, de beber mientras se bebe, las fuentes vuelan por encima de las cabezas, se apremia a no dejar lo poco que queda en la bandeja, se despliega la alegría que se ...

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Los amigos se reúnen en torno a la mesa después de Año Nuevo y de la bomba. Se reúnen con la incomparable disposición de los españoles a comer y a quitarse la palabra de la boca. Se habla un buen rato, como es costumbre, de comida: el español es ese individuo que mientras disfruta de los manjares presentes siente la necesidad irreprimible de describir comilonas pasadas, de soñar con comilonas futuras. Se habla de comer mientras se come, de beber mientras se bebe, las fuentes vuelan por encima de las cabezas, se apremia a no dejar lo poco que queda en la bandeja, se despliega la alegría que se aprendió de los padres de entregarse sin reservas a los placeres de la vida. Sin ser aún muy conscientes reproducen lo que tantas veces contemplaron en casa, cuando los mayores desarrollaban temas de conversación que parecían surgir espontáneamente pero que eran cuidadosamente elegidos, sobre todo por las madres, para que no provocaran la más mínima tensión. Se buscaba la felicidad en las viejas anécdotas, en ese momento del pasado en que el cariño aún no había sido puesto a prueba por la misma vida. Así mismo están hoy los amigos, después de Año Nuevo y después de la bomba. Ellos, que tanto abominaron de las tópicas conversaciones familiares, tan pobres y repetidas, practican la misma táctica: buscan, cada uno sin saber que también el otro lo hace, el tema banal o inocuo que ha de reemplazar a este que ahora desarrollan. Se brinda, por el nuevo año, por la amistad. La amistad es antigua y revela un pasado común. A pesar de que cada uno se siente profundamente peculiar, no lo sería a ojos de alguien que pudiera ver esta reunión dentro de 100 años, cuando el tiempo los haya barrido a todos. ¿Qué pasa entonces para que se haga este silencio incómodo a los postres? Se despiden, se abrigan, se prometen nuevos encuentros. Pero tras la bruma mental del alcohol cada uno de ellos sabe melancólicamente los temas que callaron para no agredirse, como si en el local en que se han encontrado los viejos amigos presidiera aquel cartelillo nauseabundo de otros tiempos: "En este establecimiento ni se escupe ni se habla de política".

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