Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR

La verdad está ahí fuera

El fin de año es, tradicionalmente, época de balances y propósitos. Una mirada sobre el año que se avecina con los pies en el año que se despide. Los lectores, que son los que han hecho grande a este diario, algunas veces cuestionan nuestra visión de la realidad. Es difícil contestar a cada uno pero una vez al año, tal vez, sea bueno fijar algunas premisas.

Una de las verdades evidentes, para el que esto firma, es que el periodismo se basa en el relato fidedigno de los hechos. Aunque esto sea una obviedad, en la correspondencia que recibe el Defensor las cosas no están tan claras. Se ex...

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El fin de año es, tradicionalmente, época de balances y propósitos. Una mirada sobre el año que se avecina con los pies en el año que se despide. Los lectores, que son los que han hecho grande a este diario, algunas veces cuestionan nuestra visión de la realidad. Es difícil contestar a cada uno pero una vez al año, tal vez, sea bueno fijar algunas premisas.

Una de las verdades evidentes, para el que esto firma, es que el periodismo se basa en el relato fidedigno de los hechos. Aunque esto sea una obviedad, en la correspondencia que recibe el Defensor las cosas no están tan claras. Se extiende la idea de que hay versiones para todos los gustos y que para los gustos están los colores, es decir, elija usted el diario o la emisora de su gusto y tendrá la realidad que le plazca. El periodismo se convierte así en una prolongación de la propaganda política o de la publicidad comercial. No hay forma de saber, con certeza, qué pasa. Sólo tenemos versiones interesadas de la realidad.

Como siempre se cita a aquellos a los que uno admira he elegido, antes de dar la palabra a compañeros del diario, la voz de Walter Lippmann, escritor, periodista, liberal en su acepción anglosajona, que pedía a los periodistas "espíritu científico". Bill Kovach y Tom Rosentiel en su libro los Elementos del periodismo (Ediciones EL PAÍS), resumen con precisión ese concepto. "No importa que la información no sea susceptible de análisis matemático. De hecho, precisamente porque las noticias son un material complejo y resbaladizo, el buen periodismo exige el ejercicio de las virtudes científicas más destacadas". Y los autores citados añaden: "En otras palabras, en el concepto original, lo objetivo es el método, no el periodista. La clave está en la disciplina del oficio, no en los propósitos".

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Los autores se refieren a la disciplina de verificación. "A fin de cuentas, el periodismo se diferencia del entretenimiento, la propaganda, las obras de ficción o el arte por su disciplina de verificación. El entretenimiento -y su primo hermano, el infotenimiento- se concentra en la diversión. La propaganda vende hechos o los inventa con el fin de alcanzar su verdadero objetivo: la persuasión o la manipulación".

El Defensor ha pedido a dos periodistas -Soledad Gallego-Díaz, que ha hecho todos y en cada uno de los empleos del diario hasta la dirección adjunta y la defensa de los lectores- y a un redactor especializado en la información científica -Javier Sampedro- su opinión sobre la capacidad de los periodistas para buscar la verdad. Una palabra que tal vez asuste pero a la que no debemos temer.

Soledad Gallego-Díaz responde: "La verdad en periodismo no es un concepto filosófico; es simplemente el cumplimiento de unas normas, el seguimiento obligado, rutinario e imprescindible, de unas normas profesionales. Eso es todo. Sin esas normas de obligado cumplimiento, día a día, información a información, no hay periodismo en absoluto. La primera de esas reglas es la verificación de los hechos en varias fuentes. La comprobación profesional de los hechos. Todos los profesionales del periodismo sabemos exactamente en qué consiste este oficio: en ver, testimoniar, preguntar y comprobar. Otra cosa es que estemos dispuestos a respetarlo".

"El periodismo no tiene nada que ver con la falsificación de los hechos en beneficio de una interpretación determinada. Eso no es periodismo. No hay versiones para todos los gustos: o lo dijo o no lo dijo; o fueron cuatro o fueron tres. O se reunieron o no lo hicieron. O tienes la manera de demostrar que es verdad lo que relatas como hechos ciertos, o no la tienes. Hoy, desgraciadamente, se pretende que los profesionales y los lectores olviden en qué consisten esas reglas y que duden de todo. Pero el asunto es bastante simple: uno puede opinar lo que quiera sobre unos hechos determinados, pero no cambiar esos hechos a su propia voluntad para justificar su opinión predeterminada. Eso ni tan siquiera es periodismo amarillo (aquel que se fija sólo los aspectos más sórdidos de la realidad). Eso, por decirlo con todas las letras, es una mierda de periodismo, periodismo basura, que ignora la realidad. Abunda mucho", remacha Soledad.

Javier Sampedro añade: "Kovach y Rosentiel tienen razón en que la verdad del periodista es la misma que la del científico. Una buena prueba es lo mucho que se parecen los ataques que reciben una y otra, que suelen estar basados en una desconcertante ignorancia de la naturaleza de ambos oficios".

"Lo que descubrió Galileo no era exacto, pero lo que sostenía el tribunal que le condenó ni siquiera pretendía serlo. La mecánica celeste no puede obtenerse sumando ambas versiones y dividiendo por dos. Y la realidad tampoco puede conocerse leyendo dos periódicos y sacando la media. Quienes corrigieron a Galileo fueron otros científicos, y lo hicieron cotejando sus teorías con el mundo de ahí fuera, como hace todos los días un periodista que merezca ese nombre. Los inquisidores se limitan a pedir perdón con cuatro siglos de retraso, y los periódicos de versión no viven tanto".

"Que la objetividad sea inalcanzable para los seres terrenales puede servir para dar 20 vueltas a una mesa redonda, pero no supone el menor impedimento para hacer una ciencia y un periodismo de calidad. Los habitantes de los laboratorios y las redacciones viven en un contexto sociopolítico, naturalmente, y pueden estar sesgados por prejuicios, lastrados por errores de apreciación o informados por fuentes interesadas. Rara vez pueden disponer de toda la información relevante, y formular buenas hipótesis de trabajo es una parte esencial de su oficio", añade Sampedro.

Disponer de información relevante es esencial para informar con solvencia. No siempre es fácil, y más cuando el poder se empeña en ocultarla. Lo que suele ocurrir, en esos casos, es que los que dan su versión interesada de los hechos se erigen en los portadores de la verdad.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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