Análisis:LÍNEA DE FONDO | Fútbol | 14ª jornada de Liga

Se enchufó Ronaldinho

Ronaldinho ha salido de su modorra tropical con el tiempo justo para rescatar al Barcelona. Su retorno al taller de las diabluras le ha obligado a recorrer todas las calles que forman parte de su territorio de campeón; por ellas se alejó y por ellas ha vuelto. Un chico afable como él es incapaz de dar un solo portazo, así que ha zanjado con una sonrisa la depresión del Mundial y los pequeños compromisos que le habían distanciado de la profesión. Los acontecimientos de los últimos meses le han demostrado que la brillantez es en realidad un valor inestable, una delicada trama de cualidades que s...

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Ronaldinho ha salido de su modorra tropical con el tiempo justo para rescatar al Barcelona. Su retorno al taller de las diabluras le ha obligado a recorrer todas las calles que forman parte de su territorio de campeón; por ellas se alejó y por ellas ha vuelto. Un chico afable como él es incapaz de dar un solo portazo, así que ha zanjado con una sonrisa la depresión del Mundial y los pequeños compromisos que le habían distanciado de la profesión. Los acontecimientos de los últimos meses le han demostrado que la brillantez es en realidad un valor inestable, una delicada trama de cualidades que se desordena con cualquier motivo; por ejemplo, cuando se gana peso, cuando se pierde velocidad o, sencillamente, cuando la tensión arterial cae un punto en el barómetro del juego.

Por todo ello, y hasta nuevo aviso, ha renunciado a algunas de sus licencias de bohemio, ha renovado el gusto por el balón y ha aceptado sin reservas el doble código del esfuerzo y el descanso. Con el apoyo de Frank Rijkaard ha recuperado las pequeñas rutinas, cada hora en un lugar, que, según el manual del entrenador, pueden garantizar el rendimiento de los deportistas.

Inmediatamente ha reaparecido lo mejor de su repertorio. Se ha puesto frente al espejo y en apenas tres semanas ha experimentado la estimulante sensación de que seguía siendo el mismo. Era de una vez por todas aquel jugador capaz de superar sus propios límites y, para demostrarlo con hechos, incorporaba una tras otra todas las formas de tacto que sirven a los auténticos cracks para mantener una relación especial con la pelota. Primero, el tacto para el control; después el tacto para el pase; a continuación, el tacto para el tiro, y por fin, el uno contra uno; es decir, el tacto para el regate. Sus últimos goles también indican que conserva el genuino factor Ronaldinho. Unos lo llaman personalidad y otros autoestima, pero, cualquiera que sea su verdadero nombre, le permite alcanzar la más apreciada de las cimas profesionales: aunque divierte a los demás, sigue jugando para sí mismo.

Con su corpulencia de velocista, dueño de unas piernas reventonas, ya disfruta sin reservas de sus dos ventajas naturales: el empuje y la zancada. No tiene un cuerpo flexible, pero consigue por potencia lo que no puede ganar por elasticidad. Cualquier finta le basta para ocupar el primer metro en la salida; luego, si llega la ocasión, encadena un par de trucos y acepta el cuerpo a cuerpo como quien devuelve un saludo en el portal.

A despecho de su exuberancia brasileña, es en realidad la representación de una sociedad imposible. Un oso que actúa como una pantera.

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