Reportaje:Ajedrez | El duelo hombre-máquina

Krámnik, el último cartucho

El ruso empata la primera partida de su enfrentamiento al programa 'Deep Fritz' tras rozar la victoria

"Si pierdo por amplio margen, el debate habrá terminado". Esa frase de Vladímir Krámnik (Moscú, 25 de junio de 1975), el campeón mundial, explica por qué el duelo a seis partidas que empezó ayer en Bonn puede ser el último con mucho eco entre un ajedrecista de silicio y otro de carne y hueso. Su rival, Deep Fritz, calcula diez millones de jugadas por segundo, pero estuvo cerca de perder el primer asalto, que terminó en tablas tras cuatro horas de lucha.

Krámnik no sólo es el flamante campeón, tras batir en el desempate de partidas rápidas a Véselin Topálov, ...

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"Si pierdo por amplio margen, el debate habrá terminado". Esa frase de Vladímir Krámnik (Moscú, 25 de junio de 1975), el campeón mundial, explica por qué el duelo a seis partidas que empezó ayer en Bonn puede ser el último con mucho eco entre un ajedrecista de silicio y otro de carne y hueso. Su rival, Deep Fritz, calcula diez millones de jugadas por segundo, pero estuvo cerca de perder el primer asalto, que terminó en tablas tras cuatro horas de lucha.

Krámnik no sólo es el flamante campeón, tras batir en el desempate de partidas rápidas a Véselin Topálov, el búlgaro de Salamanca. Además, tiene el estilo más adecuado para derrotar a una máquina: supersólido, no se arriesga jamás, muy profundo, un virtuoso de la estrategia más fina. "Ninguna computadora puede planificar a largo plazo como Krámnik. Una cosa es calcular millones de jugadas en segundos y otra muy distinta comprender la esencia de la posición y jugar en consecuencia. Es verdad que Fritz y otros programas han progresado muchísimo en lo segundo durante los últimos 20 años, pero todavía queda mucho por hacer", opinó Matthias Wüllenweber, uno de los programadores del rival de Krámnik.

Ciertamente, queda mucho para que una máquina juegue perfectamente al ajedrez, como ya ocurre con las damas: dicen algunos matemáticos que el número de partidas distintas que pueden disputarse es diez elevado a la potencia 123, o sea, un 1 seguido de 123 ceros; dicen algunos físicos que esa cantidad es superior a la de átomos en el Universo. Y los informáticos subrayan que ninguna computadora actual, ni las de la NASA, puede calcular tanto. Quizá lo consigan las cuánticas, pero todavía no existen.

Sin embargo, los resultados hombre-máquina son cada vez más favorables a los monstruos de silicio desde que Deep Blue, de IBM, ganó al ruso Gari Kaspárov tras un grave error de éste por 3,5-2,5 en Nueva York en 1997. Todo indica que Krámnik no exageró el sábado cuando dijo: "Deep Fritz es el adversario más duro que he tenido. Jugué contra una versión anterior en Bahrein, en 2002, y empaté (4-4). Pero la versión actual juega mucho mejor".

Tras largos debates entre los expertos sobre lo que es justo o no, el equipo de Fritz accedió a que Krámnik disfrutase de dos ventajas que Kaspárov no tuvo frente a Deep Blue: dispone de una copia de su rival desde hace varias semanas con el fin de estudiar previamente su juego, como se hace siempre entre rivales humanos, y tiene derecho a aplazar la partida para el día siguiente si no ha terminado en la jugada 56, tras cinco horas, con el fin de paliar el problema de que la máquina nunca se cansa.

Pero los ajedrecistas de silicio suelen volverse un poco tontos cuando la lucha se lleva al terreno de la estrategia pura, en el que el cálculo exacto apenas sirve. Eso es lo que consiguió hacer ayer Krámnik, con las piezas blancas, en la partida inaugural. Y a punto estuvo de triunfar: Fritz acertó con defensas únicas en situaciones parecidas a las de bola de partido en el tenis. Por supuesto, Kramnik no subió a la red ni piensa hacerlo: el juego alegre equivale al suicidio frente a contrincantes como Fritz.

Elpais.com retransmitirá en directo la segunda partida mañana desde las 15.00.

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