Deriva total

Siempre ingeniosa, la hinchada de Cádiz cerró el nefasto curso de la selección con un cántico elocuente: "Esto sí que es pura chirigota". Un himno a la caótica situación de España, que zozobra desde hace meses. Hace tiempo que la selección de Luis no está para nada, ni para partidos oficiales ni para verbenas como la de Cádiz, donde le esperaba un público festivo y entregado, una afición que llevaba veinte años sin ver a España y terminó hastiada. El equipo destila un aire pesadote y plomizo. No resulta atractivo ni ante rivales tan flácidos como Rumania. No engancha ni en encuentros de corte ...

Siempre ingeniosa, la hinchada de Cádiz cerró el nefasto curso de la selección con un cántico elocuente: "Esto sí que es pura chirigota". Un himno a la caótica situación de España, que zozobra desde hace meses. Hace tiempo que la selección de Luis no está para nada, ni para partidos oficiales ni para verbenas como la de Cádiz, donde le esperaba un público festivo y entregado, una afición que llevaba veinte años sin ver a España y terminó hastiada. El equipo destila un aire pesadote y plomizo. No resulta atractivo ni ante rivales tan flácidos como Rumania. No engancha ni en encuentros de corte raso, sin presión, ante un contrario limpio y de pierna blanda. En la feria gaditana de la AFE a España de nuevo le faltó frescura, ritmo, picante. Jugó con aire funcional, como tantas y tantas veces, y más si cabe por lo rebajado del cartel, que presentaba un partido fuera de lugar, cierre de un pésimo año para la selección. Para un equipo que, a estas alturas, dos años después de haber llegado al cargo, Luis aún no tiene perfilado. Desde la derrota con Francia en el Mundial alemán, España ha ido a la deriva, expuesta una y otra vez a los titulares tormentosos propiciados por Luis, tan desorientado como el mismo equipo, un conjunto que ha perdido tres de sus últimos cuatro partidos. Y ante rivales poco jerárquicos, contrarios de la chicha como Irlanda del Norte, Suecia y Rumania. Ha caído con titulares y con suplentes. La situación resulta preocupante.

España destila un aire pesadote y plomizo. No es atractiva ni ante rivales flácidos como Rumania

En Silva hay un extremo y un enlace. Tiene recorrido, pausa y una izquierda con munición

De la experimental prueba de Aragonés ante Rumania apenas una huella interesante: Silva, un novato con aire internacional. Un chico de cuerpo engañoso cuyo aspecto frágil es puro maquillaje. Es descarado, tiene recorrido, habilidad, pausa y una pierna izquierda con munición. En Silva hay un extremo y un enlace. Él produjo lo mejor de España, pese al poco apoyo que le dio Antonio López, lento y espeso como el partido mismo. Hasta el punto de dar vida a Rumania con su atenta mirada a Marica en el gol visitante. Mientras el delantero rumano avanzaba y echaba un vistazo a Casillas, a López, contemplativo él, le dio por recular en vez de apurar a su rival. La carencia de España en el lateral izquierdo comienza a ser crónica. Y lo que es peor: en el paisaje no se atisban remedios.

De entrada, España gobernó el juego con el beneplácito de los rumanos, que se desentendieron de Xabi Alonso y de Cesc, que nunca estuvieron muy exigidos. Con los dos pivotes liberados, la selección se manejó sin agobios, con la defensa muy adelantada para gripar a los rumanos y con cierta pulcritud a la hora de mover la pelota. Alonso daba la salida, Cesc -mucho mejor en el eje que inclinado a la izquierda como en el encuentro con Argentina- aceleraba y Silva inventaba. Así llegó lo único productivo de España, que nunca tuvo chispa por el costado derecho. Ángel, otro debutante, y Angulo no tuvieron peso alguno sobre el juego. Sin Reyes, Joaquín y Vicente, España se queda sin dictado por los extremos. El tajo de Angulo no es suficiente.

Con Rumania destensada, la selección se mantuvo siempre cerca de la portería rival, a punto de ser batida por Silva, en dos ocasiones, Morientes y Villa. Coman, el meta rumano, lo impidió. Lo mismo que hizo Casillas en un mano a mano con Marica en la única alegría del equipo de Piturca en un primer tiempo en el que hizo una falta. Una bicoca que España, con poco pulso, no supo aprovechar. Pero lo peor estaba por llegar.

En el descanso, Luis desarmó el mecano del centro del campo y el equipo se desinfló de forma estrepitosa. Sin Alonso y Cesc, España se vio entre tinieblas, con Senna y Oubiña fuera de onda, superados por la situación. La selección no sólo se partió por el eje, se agrietó por todos los lados y, como sin querer, Rumania, tan timorata hasta entonces, dio un paso al frente y puso en evidencia a España, a la que sostuvo Casillas con una parada extraordinaria tras un lanzamiento de falta de Chivu. Un naufragio en toda regla, para desconsuelo de la afición gaditana, que cantó contra Luis y brindó "olés" a los rumanos. Éste es el estado actual de la selección, un puro desconsuelo en cualquier plaza. La mejor noticia posible para esta España es que el siguiente partido oficial no esté programado hasta marzo. Para entonces, de cara al choque vital con Dinamarca, quizá Luis haya recapacitado, dado con una sabia pócima o entregado la cuchara. Con él nunca se sabe. Y con esta federación todo es posible.