Columna

El pacto que bloquea

Ya nos hacemos cargo de que los pactos partidarios suelen conllevar una buena dosis de chamarileo de cara a la galería avalado por una ceremonia de acuerdos imperativos de las respectivas formaciones negociantes. Por principio, nadie quiere ceder por respeto al mandato recibido y por creerse, además, en mejor derecho o posición. La habilidad, la fuerza y las circunstancias acaban decantando la suerte. En ocasiones el factor determinante es la necesidad, cual es el caso del negocio que se llevan entre manos EU-La Entesa y el Bloc Nacionalista para suscribir un acuerdo preelectoral ante la próxi...

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Ya nos hacemos cargo de que los pactos partidarios suelen conllevar una buena dosis de chamarileo de cara a la galería avalado por una ceremonia de acuerdos imperativos de las respectivas formaciones negociantes. Por principio, nadie quiere ceder por respeto al mandato recibido y por creerse, además, en mejor derecho o posición. La habilidad, la fuerza y las circunstancias acaban decantando la suerte. En ocasiones el factor determinante es la necesidad, cual es el caso del negocio que se llevan entre manos EU-La Entesa y el Bloc Nacionalista para suscribir un acuerdo preelectoral ante la próxima cita autonómica de mayo.

Sin embargo, parece que de tal factor son conscientes únicamente los militantes, espectadores o terceros interesados en la operación política. Los líderes de las mentadas fuerzas se obstinan en el enroque, como si ambas y cada una por su lado anduviesen sobradas de recursos cuando los pronósticos y los antecedentes revelan que las dos habitan una lastimosa precariedad. Quien dude a este respecto o juzgue aflictiva esta consideración debe leer el reciente libro del colega Ximo Ferrandis, L'esquerra al sofà (Bromera) para aquilatar la fatalidad a que está abocada la izquierda si se obstina en la fragmentación y la miserable pugna por una poltrona o la prelación en las listas.

Ahora, y cuando el periodo negociador se ha dilatado más de lo previsible y aconsejable, hay síntomas de que quienes llevan el palo de la gaita se sienten apremiados tanto por el tiempo como por la desdichada imagen que proyectan. "Tendrá que ser antes de Navidad, o no será", ha venido a decir Glòria Marcos, coordinadora general de EU. Puede ser un aviso o una forma de presionar a los nacionalistas para que se avengan a la oferta que tienen sobre la mesa. En todo caso, a nuestro entender, es una apreciación realista porque prolongar este estancamiento en que se encuentran las negociaciones solo puede acentuar la desmovilización -y decepción- que ya se perciben entre las clientelas.

Por otra parte, el eventual pacto no concluye con repartirse las estampitas, o los puestos en las listas de Alicante, Valencia y Castellón, origen único de este desencuentro, por el momento, al menos. Habrá que elaborar un programa verosímil y mínimamente ilusionante para arropar y justificar el propósito prioritario de contribuir a desplazar a la derecha gobernante e impedir, asimismo, la emergencia de un bipartidismo que ya asoma. Ir unidos constituye, sin duda, una condición previa, pero no única, para ensanchar ese tercer espacio político que se diluye.

Y de ese discurso no se ha dicho una palabra, lo que sugiere que, alcanzado el objetivo -el mentado cambio, o la mayor cosecha de escaños en las Cortes-, los pactantes harán su propia y testimonial política. Algo que sólo podríamos calificar de victoria pírrica porque equivaldría a malversar las expectativas que suscita esa componente de izquierdas en la gobernación del país. Claro que también podría aducirse que Bloc y EU profesan un mismo ecosocialismo de obligado cumplimiento con apenas matices diferenciales. O sea, que se lo tienen todo dicho en materia de urbanismo y territorio, fiscalidad, bienestar social, inversión en I+D, sanidad, cultura y etcétera. Lo cual revelaría que, afortunadamente, hay mucho camino andado para el buen fin del pacto, pero también mucha terquedad o tactismo para acabar de cerrarlo.

A estas alturas de la negociación -por lo visto empantanada- los líderes de las fuerzas involucradas han de ser conscientes de que les va a ser difícil explicar el fracaso del proyecto cuando tantas instancias cívicas han apostado por él. Y no queremos pensar si, una vez fracasado el pacto, resultare que su hipotético triunfo hubiera sido determinante para relevar al PP al frente de la Generalitat, con la regeneración -y moralización- política que ello ha de suponer. En tal trance no habría que glosar la crisis de liderazgo en este segmento de izquierda, sino entonar el réquiem por el mismo, y hasta es probable que también por la misma. Con los primeros villancicos sabremos qué será.

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