Crítica:XIV BIENAL DE FLAMENCO

Baile de gala

En su última función, la Bienal realizó su única visita al Teatro de la Maestranza, un marco que se adecuó de manera perfecta al concepto de gala de clausura que se anunciaba. Era el colofón merecido a una edición que se había dedicado al baile y, en este terreno, la anfitriona, Sevilla, tiene escuela propia, así que, para el acto final, nada mejor que homenajearla con las figuras que llevan su enseña. Para la ocasión se contó, además, con dos invitados: el coreógrafo Ramón Oller y la cantante Diana Navarro. Al primero se le debe atribuir el delicado paso a dos de la primera parte, porque se m...

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En su última función, la Bienal realizó su única visita al Teatro de la Maestranza, un marco que se adecuó de manera perfecta al concepto de gala de clausura que se anunciaba. Era el colofón merecido a una edición que se había dedicado al baile y, en este terreno, la anfitriona, Sevilla, tiene escuela propia, así que, para el acto final, nada mejor que homenajearla con las figuras que llevan su enseña. Para la ocasión se contó, además, con dos invitados: el coreógrafo Ramón Oller y la cantante Diana Navarro. Al primero se le debe atribuir el delicado paso a dos de la primera parte, porque se me antoja que poco podría tocar en la contribución de las figuras principales. La malagueña, por su parte, aportó su barroquismo melismático a la danza de la sevillana.

Gala de clausura

Baile: Manolo Marín, Merche Esmeralda, Manuela Carrasco, Nani Paños. Colaboración especial: Diana Navarro. Dirección: Ramón Oller. Teatro de la Maestranza, 15 de octubre de 2006

Las galas tienen a su favor la garantía de disfrute con unos maestros consagrados que nunca van a decepcionar y en contra, una cierta sensación de dejà vu, que sólo se verá mitigada por la inspiración que los artistas tengan esa noche. Dos partes y dos caras tuvo la gala. Es el recurrido juego entre el clasicismo de la escuela bolera y la de impronta más racial, entre Sevilla y Triana. Merche estilizada, Manuela arrebatada. Antítesis aparente de un arte, a la postre, único. Hasta la iluminación y el sonido contribuyeron a esta dualidad. Colores claros para la primera parte y juego de sombras para la segunda.

Merche Esmeralda es un manual de uso de la bata de cola que mueve con supina elegancia en cualquier estilo. Su cintura es prodigiosa, su escorzo roza lo inverosímil y sus brazos son un catálogo infinito de figuras. Además de sus alegrías y su soleá, supo conjugar un lírico paso a dos con Nani Paños y unos tangos de arte y picardía junto a Marín. Manuela Carrasco impone el poderío con su presencia y reparte emociones con la fuerza de sus pies. Sobria en la seguiriya, abierta en el taranto y racial como ella sola en una soleá de tinte taurino en un traje que remitía al capote torero. Los dos cuadros, cada uno en su estilo, gozaron además de un atrás de lujo que sonó a la perfección. No fue el caso del zapateado de Manuela que sufrió una incomprensible y metálica sonorización.

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