Análisis:A LA PARRILLA

Aquí viene todo el mundo

Cuando el escritor anglosajón Anthony Burgess abordó la biografía de William Shakespeare utilizó un título que sacó de uno de los emblemas del dramaturgo insigne: Aquí viene todo el mundo.

Puede servir -debe servir- ese emblema para cualquier medio de comunicación, incluida, claro, la televisión. Aquí viene todo el mundo. Ayer decía aquí Concha García Campoy (Las mañanas de Cuatro) que el propósito máximo del espacio que acaba de inaugurar es abrirse al más amplio espectro, cultural, político, económico.

El dial se ha poblado de periodistas hablando de perio...

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Cuando el escritor anglosajón Anthony Burgess abordó la biografía de William Shakespeare utilizó un título que sacó de uno de los emblemas del dramaturgo insigne: Aquí viene todo el mundo.

Puede servir -debe servir- ese emblema para cualquier medio de comunicación, incluida, claro, la televisión. Aquí viene todo el mundo. Ayer decía aquí Concha García Campoy (Las mañanas de Cuatro) que el propósito máximo del espacio que acaba de inaugurar es abrirse al más amplio espectro, cultural, político, económico.

El dial se ha poblado de periodistas hablando de periodistas, de políticos que se sienten estimulados en las ruedas de prensa o en los canutazos a petición propia, y de personajes cuya fama es no merecerla.

Y ha quedado un limbo que debería ser cubierto por programas transversales, aquéllos donde la gente vaya a contar (como quería el periodista italiano Eugenio Scalfari) lo que le pasa a la gente, y no tan sólo lo que les pasa, digamos, por su corazón.

Se ha llenado el dial televisivo (por fortuna, no todo el dial televisivo) de salsa de tomate a veces altisonante y siempre descarada, que generalmente oculta la falta de cultura, es decir, la falta de respeto. Una situación así hace reconfortante que la gente ya empiece a hacer crítica y autocrítica, y ojalá -ojalá- que esta ola que parece crecer poco a poco se convierta en un tsunami que haga imposible que la pantalla parezca un desfile de egos contrariados. Los egos -revueltos- de los periodistas incluidos.

En un clima así a este telespectador le resulta reconfortante volver a ver a Jesús Hermida (TVE-1, La imagen de tu vida) en la televisión donde nació. Un comunicador formidable, tranquilo, vital, capaz de acercarse a la cámara dando la impresión de que va en primera persona, pero con la experiencia de una multitud. En medio de la creciente juvenilización de la vida que Hermida esté ahí es una buena noticia. Y no del pasado.

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