DESDE MI SILLÍN | VUELTA 2006 | Vigésima etapa

Transición

Hoy no hay mucho que contar. Aunque más vale poco pero bueno, como es el caso. Y es que el pensamiento unívoco del día es que esto ya está terminado. Todo está ya visto para sentencia, así que cerramos, echamos el punto final y volvemos para casa. Y eso es una gran noticia.

Ayer fue un día de trámite, un verdadero día de transición a pesar de la trascendencia que se le da a los kilómetros contra el crono. Pero lo que realmente pasó es que, someramente, uno se hizo un buen regalo de cumpleaños, otros afianzaron lo suyo y la mayoría -como yo- cumplieron con el expediente más o menos digna...

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Hoy no hay mucho que contar. Aunque más vale poco pero bueno, como es el caso. Y es que el pensamiento unívoco del día es que esto ya está terminado. Todo está ya visto para sentencia, así que cerramos, echamos el punto final y volvemos para casa. Y eso es una gran noticia.

Ayer fue un día de trámite, un verdadero día de transición a pesar de la trascendencia que se le da a los kilómetros contra el crono. Pero lo que realmente pasó es que, someramente, uno se hizo un buen regalo de cumpleaños, otros afianzaron lo suyo y la mayoría -como yo- cumplieron con el expediente más o menos dignamente. Por cierto, que lo de los días de transición es un chiste recurrente en el pelotón, uno de ésos que dejan una sonrisa amarga. No hace falta mucho bucear en el pasado; por ejemplo, anteayer, la etapa de Ciudad Real fue con todas las de la ley lo que se considera como una de transición. Que se lo pregunten a mis piernas, al ácido láctico que circulaba por mis músculos -ése sí que transitaba- y que se hacía recordar en cada repecho. ¿Transición?, te preguntan; repítemelo que me da la risa. Transición fue en realidad para Arrieta, que pasó en unos segundos de un estado de normalidad a uno de felicidad suprema. Bendita transición. Para los demás, ni transición ni nada: seis horas de tortura y más de la mitad cruzando Sierra Morena, nada más.

Ayer era diferente. Ayer estaba ya todo vendido. La única dificultad habría sido la lluvia, en caso de presentarse, pero -afortunadamente- no lo hizo. Cuarenta y una rotondas que metían el miedo en el cuerpo, pero que se quedaron en menos de la mitad, pues la gran mayoría se podían negociar en línea recta, sin apenas alterar la trazada y sin siquiera soltar las manos del acople aerodinámico del manillar. Pocas rectas, y cortas. Un continuo sube y baja que la verdad es que se hacía francamente entretenido. Lo dicho: aunque nada pasó, no estuvo mal del todo.

También me quedé yo en la mitad. No del recorrido, que ése lo hice sin problemas, sino a la hora de miccionar. En el control antidoping, me refiero, que no es cuestión de ponerse ahora escatológico. Pasaban el control el ganador, el líder y dos por sorteo. Ayer fue mi día de suerte. ¿Tienes problema para mear?, me preguntaron. Qué va, ahora mismo, dije optimista y... me quedé en la mitad. Menuda gracia. No me quedó más remedio que hidratarme y tomármelo con calma mientras mi cuerpo producía más excedentes. Una cerveza, dos, tres, para acelerar la diuresis y, al final, llené el botecito. Y, claro, entre el esfuerzo, el estómago vacío, el alivio, el calor del sol, la relajación y las cervezas, cómo no, al salir de allí todo parecía ser aún mejor de lo que en realidad era. Entonces, de verdad sentí que todo había terminado.

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