Análisis:A LA PARRILLA

Beslán

Cuatro emitió un trabajado documental sobre el secuestro de 1.200 personas a manos de terroristas chechenos en una escuela en la ciudad rusa de Beslán, hace dos años, y que terminó con la muerte de 331 personas, de las que 176 eran niños.

A veces, los periodistas olvidamos las noticias cuando, aparentemente, dejan de serlo. Y, sin embargo, conviene regresar a ellas porque las de verdad no se marchitan. Y es que no se vuelve a lo mismo. Eso es obvio en Beslán. Los que sobrevivieron a aquella noticia no sólo dan testimonio de lo que pasó, sino de lo que ha seguido pasando en Beslán. Una c...

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Cuatro emitió un trabajado documental sobre el secuestro de 1.200 personas a manos de terroristas chechenos en una escuela en la ciudad rusa de Beslán, hace dos años, y que terminó con la muerte de 331 personas, de las que 176 eran niños.

A veces, los periodistas olvidamos las noticias cuando, aparentemente, dejan de serlo. Y, sin embargo, conviene regresar a ellas porque las de verdad no se marchitan. Y es que no se vuelve a lo mismo. Eso es obvio en Beslán. Los que sobrevivieron a aquella noticia no sólo dan testimonio de lo que pasó, sino de lo que ha seguido pasando en Beslán. Una ciudad de difuntos donde anida un rencor infinito no sólo hacia los asesinos, sino hacia su propio Gobierno, del que sospechan que fue indiferente a la vida de sus hijos. Un Gobierno que, tras tres días de asedio, fue incapaz de tener a punto suficientes ambulancias y un presidente, Putin, que visitó fugazmente un hospital sin dar más compañía a su gente. El documental de Halderman es milimétrico en la reconstrucción de las tres jornadas. Acude al testimonio de supervivientes y a las imágenes que los secuestradores grabaron en el interior con la cámara de un padre, asesinado el primer día. El relato está lleno de episodios crueles, como el de una madre obligada a abandonar la escuela con su bebé, pero dejando otra hija hacinada en el gimnasio, sin agua y con bombas en las paredes. El estremecimiento llega sin necesidad de truculencias, paseando por las ruinas del escenario o con una niña que, pudiendo huir, regresa por una ventana al gimnasio para estar con su madre.

Halderman construye el relato con pulcritud aunque se deja tentar por los trucos narrativos del suspense. Al final, el espectador sabe que algunos de aquellos niños de los que se ha hablado en pasado... están, afortunadamente, vivos. Eso y no preguntar casi nada sobre qué hicieron los soldados rusos son los únicos resbalones. Halderman acierta en centrar su crónica en el drama de las víctimas y no pretende resolver con cuatro frases una explicación "política" del drama. Un tema que necesitaría otra noche, tan intensa como ésta, de televisión.

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