MAR DE COPAS

Leche de uva para Toulouse

De Toulouse-Lautrec sabemos que fue un pintor noctámbulo, que tuvo una enfermedad deformante y que bebió de un modo temerario. En Albí, la ciudad en la que nació, hay un museo dedicado a su obra, situado en el Palais de la Berbie. Si lo visitan, notarán que el suelo de madera cruje a cada paso. Los crujidos son tan espectaculares que acabas acordándote más del ruido de este infernal parquet que de los cuadros. Al atardecer, sin embargo, y desde los aledaños del palacio, puedes disfrutar de una hermosa visita sobre el río Tarn cubierto por un manto de reflejos cálidos, dignos de un impresionist...

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De Toulouse-Lautrec sabemos que fue un pintor noctámbulo, que tuvo una enfermedad deformante y que bebió de un modo temerario. En Albí, la ciudad en la que nació, hay un museo dedicado a su obra, situado en el Palais de la Berbie. Si lo visitan, notarán que el suelo de madera cruje a cada paso. Los crujidos son tan espectaculares que acabas acordándote más del ruido de este infernal parquet que de los cuadros. Al atardecer, sin embargo, y desde los aledaños del palacio, puedes disfrutar de una hermosa visita sobre el río Tarn cubierto por un manto de reflejos cálidos, dignos de un impresionista extravertido. Cuenta que uno de los cuadros que más impresionó a Lautrec en su formación pictórica es L'absynthe, de Edgard Degas. Degas lo pintó en el café de la Nouvelle-Athènes, y en él aparecen un hombre y una mujer sentados en un café, con la mirada perdida ante una copa, aislados, como si fueran los antepasados de los que, años más tarde, pintaría Edward Hopper.

El cuadro se expuso en el salón impresionista de 1876 y causó sensación entre los jóvenes que, como Lautrec, creían que había llegado la hora de retratar el lado más marginal y la complejidad humana de una belle époque que no fue bella para todos.

Lautrec no dudó en sumergirse en un submundo en el que convivían pintores (desde Van Gogh a Utrillo), bailarinas, prostitutas, camareros y restos de naufragios individuales y colectivos. Sus biógrafos cuentan que se lo bebía todo. Mejor dicho: todo no. "Beberé leche cuando las vacas se alimenten de uva", dijo. No es una mala definición del vino: leche de uva.

Los orígenes vinícolas de su familia, de la que se fue distanciando a medida que era abducido por la espiral bohemia, le mantenían unido a su madre, a la que cada año enviaba una carta diciendo: "Mandad vino". Alfred Simon, uno de sus biógrafos, escribe: "Lautrec bebe sin tener sed. Imposible abstenerse. Vive entre los opiómanos, los morfinómanos, los etherómanos, pero nunca, o quizá de un modo muy puntual, ha recurrido a otra droga que no sea el alcohol, que no toma como una droga". De esta pincelada subrayo lo de "beber sin sed", que es una de las fronteras que separan la necesidad del placer y la virtud del vicio. En grandes artistas como Toulouse-Lautrec, el alcohol podría parecer una circunstancia adosada, pero acabó siendo argumento y obsesión. Allí están las botellas, las copas y las garrafas, generalmente vacías, de sus cuadros, y allí está el testimonio de algunos de los que le conocieron: "No era el fino catador que hace siempre con estilo el gesto augusto del bebedor. Al contrario, se arrastra de bar en bar. Una copa sucede a otra copa: ron, coñac, marc, cerveza".

CÓCTEL: Strawberry Dawn

En una coctelera con hielo machacado, mezclar una parte de ginebra, una parte de licor de coco y dos fresas. Servir en una copa de cóctel y decorarla con otra fresa. Kia ora! (¡Salud! en maorí).

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