EL LIBRO DE LA SEMANA

Un creador de mundos maravillosos

"ME DECLARO natural de las Antillas, adonde fui transportado para empezar a respirar: a Montserrat, una masa montañosa, bella entre las bellas, pero quisquillosa, voluble, de súbitas rabietas -huracanes, terremotos, arroyos de hirvientes aguas, soufrières (pantanos azufrosos), riadas-, digna aya de un poético infante, y he visto cosas inefables que el hombre no puede decir". Así comienza el texto titulado Acerca de mí, tres escritos de distintas épocas de su vida, en el que Shiel habla de sí mismo. Muy cerca de Montserrat, donde nació, está la isla de Redonda, reino del cual fue ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

"ME DECLARO natural de las Antillas, adonde fui transportado para empezar a respirar: a Montserrat, una masa montañosa, bella entre las bellas, pero quisquillosa, voluble, de súbitas rabietas -huracanes, terremotos, arroyos de hirvientes aguas, soufrières (pantanos azufrosos), riadas-, digna aya de un poético infante, y he visto cosas inefables que el hombre no puede decir". Así comienza el texto titulado Acerca de mí, tres escritos de distintas épocas de su vida, en el que Shiel habla de sí mismo. Muy cerca de Montserrat, donde nació, está la isla de Redonda, reino del cual fue Shiel primer rey con el nombre de Felipe I y al que sucedieron John Gawsworth con el nombre de Juan I, John Wynne-Tyson con el de Juan II y, por último, quien reina en la actualidad, el narrador español Javier Marías con el nombre de Xavier I.

Matthew Phipps Shiel nació en 1865 y murió en 1947. Escribió 25 novelas, cuentos e incluso poemas y llevó una vida bohemia e itinerante. Es uno de esos personajes curiosos o raros de la literatura, poseedor de un estilo abarrocado al servicio de una escritura de corte fantástico; un creador de mundos maravillosos procedentes de la ensoñación de una imaginación ardiente y valerosa y bien podría decirse de él que es un romántico de última generación, uno de esos espíritus eminentemente literarios que lindan con la magia. ¿Pues no fue capaz de fundar un reino y ocupar su trono en vida? La sensación que dejan sus escritos es que fue un hombre literariamente feliz. En cuanto a su vida, no parece que fuera desdichado. Es más, una tarde, en París, entró en el Palais de Glace, en la Rue de Madrid, donde vio a una muchacha española de 16 años que le fascinó. Rezó: "¡Dios! ¡Dámela!". Y se la dio. Tuvieron una hija, pero su esposa murió cinco años después. Cultivó el decadentismo con entusiasmo, volvió a casarse con otra mujer que se parecía a su madre y murió octogenario y, tiendo a suponer, en paz consigo mismo.

Archivado En