Reportaje:

El 'narco' de las huellas cambiadas

El traficante más buscado desde 1994 recurrió a la cirugía estética para eludir a la policía

La vida del fugitivo de la justicia es azarosa. La ocultación se convierte en un modo de vida, en el que un cambio de aspecto puede ser vital. Francisco Javier Martínez San Millán, Franky, uno de los narcotraficantes españoles más buscados, huido, detenido en Dénia (Alicante) tras 14 años en paradero desconocido, había optado por una solución que él, sin duda, había considerado drástica y definitiva. Se había sometido a una operación de cirugía estética para cambiar ligeramente de aspecto pero, sobre todo, para alterar sus huellas dactilares, únicas en cualquier ciudadano. Pero Franky n...

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La vida del fugitivo de la justicia es azarosa. La ocultación se convierte en un modo de vida, en el que un cambio de aspecto puede ser vital. Francisco Javier Martínez San Millán, Franky, uno de los narcotraficantes españoles más buscados, huido, detenido en Dénia (Alicante) tras 14 años en paradero desconocido, había optado por una solución que él, sin duda, había considerado drástica y definitiva. Se había sometido a una operación de cirugía estética para cambiar ligeramente de aspecto pero, sobre todo, para alterar sus huellas dactilares, únicas en cualquier ciudadano. Pero Franky no era un cualquiera: su rostro despeinado, barbudo y cansado figura en el cartel de los 15 prófugos más buscados por el Grupo de Localización de Fugitivos del Cuerpo Nacional de Policía.

Franky vivía en Dénia en un chalé de piedra, con piscina y 12.000 metros de parcela

Franky había logrado lo que sus compinches en el gran narcotráfico gallego no habían conseguido. Permanecer huido de la justicia durante 14 años y, además, sin que su rastro se retomara en ningún momento, aunque se sospechaba que ha estado implicado en otras grandes operaciones de tráfico de cocaína.

"Es que Franky es de los más listos y siempre supimos que sabía muy bien lo que se hacía", aseguran agentes que han participado en las investigaciones para su captura. Sus jefes, en cambio, sí habían acabado en prisión: Laureano Oubiña, Manuel Charlín, nombres míticos del más descarado narcotráfico. Quien sí comparte cartel con él entre los huidos más buscados es su compinche Carlos Ruiz Santamaría, el Negro, condenado, liberado y huido tras un caótico trámite en la Audiencia Nacional.

Martínez San Millán puso pies en polvorosa el 27 de septiembre de 1994, el día antes de que se le comunicara oficialmente la sentencia por el caso Nécora, que le condenaba a 12 años de presidio. Franky abandonó Pontevedra, donde vivió 20 años, aunque él es de San Pedro Bercianos. Su rastro sólo fue recuperado en 1997, cuando fue implicado en el intento de introducción de 5.000 kilos de cocaína en Tapia de Casariego (Asturias).

Las fuerzas de seguridad ya sospechaban entonces que quizás hubiera cambiado de aspecto físico y estaban convencidos de que utilizaba identidades falsas. "Lo que no podíamos imaginar es que se había cambiado las huellas dactilares, porque eso no lo habíamos visto antes en España, aunque sí sabíamos de casos en Colombia y Estados Unidos", explican agentes de la Unidad de Dogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Comisaría General de Policía Judicial.

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Franky se había instalado con sus padres, según algunas fuentes, en un lujoso chalé de Pedreguer, a las afueras de Dénia, de 12.000 metros cuadrados de parcela, donde había pasado desapercibido, diciendo que era piloto de aviones. La Udyco y el Grupo de Fugitivos lo llevaban buscando en la zona desde hacía tiempo. El martes pasado abordaron a un hombre en las proximidades del chalé que podía ser él. Pero poco se parecía al joven delgado y greñudo de las fotos de la reseña policial. Ya estaba calvo, su aspecto era más saludable y había ganado unos kilos.

Cuando los agentes le preguntaron si era quien creían que era, Franky dijo que no y les entregó documentación falsa. "Acompáñenos, tenemos que tomarle las huellas dactilares", le replicaron. El prófugo se negó a entintar sus dedos y plasmarlos en un papel (lo que antiguamente los delincuentes llamaban "tocar el piano"). "Cuando accedió a hacerlo, se comprobó que no coincidían plenamente con las que existían en los archivos policiales de anteriores detenciones en los años 90", asegura la policía.

La Policía Científica estudio las huellas en profundidad, tras lo que pudo comprobar que "había cambiado las huellas dactilares de algunos dedos para dificultar su identidad". El cambio tiene su miga: desde ahora será el único preso español con dos huellas dactilares. Además, plantea una incógnita: ¿quién le operó las manos? Y, ¿dónde?

El chalé de Dénia donde vivía el narcotraficante Martínez San Millán.DIRECCIÓN GENERAL DE LA POLICÍA
Franky, en la foto de los más buscados (izquierda) y en la actualidad.DGP

Un búnker, cinco móviles en bolsas y detalladas agendas

La policía se ha incautado en el chalé de Francisco Javier Martínez San Millán de cinco teléfonos móviles, cada uno en una bolsa y con anotaciones. "Desde luego, no eran para llamar a su novia", bromeaban los investigadores. La policía va a intentar ahora conocer hasta el último detalle de esos teléfonos, que se sospecha que tenía en su poder para seguir operando en el narcotráfico.

Los agentes disponen ahora de una herramienta fundamental para conocer quiénes eran sus contactos y sobre todo si, a tenor de las llamadas efectuadas y recibidas, seguía en contacto con sus viejos compinches gallegos y colombianos aún en la brecha del tráfico de cocaína.

Los investigadores se han incautado también de "abundante documentación y agendas", también fundamentales para abundar en la lucha contra el narcotráfico, así como otros documentos curiosos. Por ejemplo, facturas de compra de joyas por un importe superior a los 17 millones de pesetas.

El detenido había logrado hasta ahora pasar desapercibido haciéndose pasar por piloto de aviones, algo que hizo que a sus vecinos no les extrañara su elevado nivel de vida. En su urbanización pasaba por un hombre normal, muy interesado en las obras que recientemente había concluido en su vivienda, en cuyo sótano había construido un búnker casi indetectable, según la policía.

Los agentes ya sabían que se había construido esa fortaleza, por lo que esperaron a abordarlo en la calle. Una calle que posiblemente no volverá a pisar. Ya está condenado a 12 años de cárcel (la condena inicial fue a 17 pero posteriormente fue rebajada) por la operación Nécora, que empezará a cumplir sin dilación.

En ese juicio, al que acudió puntualmente por su propio pie tras obtener la libertad provisional, fue condenado por una operación de 1.700 kilos de cocaína. Tras escapar sin esperar a oír la sentencia, fue implicado en la operación Temple, como supuesto responsable del transporte de 13 toneladas de cocaína, 7,5 de las cuales fueron intervenidas en el buque Tamsaare y el resto, en una vivienda de Pobla do Caraminal (A Coruña). Posteriormente se le vinculó con otra operación de cinco toneladas de cocaína. Es decir, que se sabe, porque se le incautaron, que movió al menos 20 toneladas de cocaína. De la que coló, nada se sabe.

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